Cuando los políticos prohibieron al pueblo ir a los toros.
¿Y el «dret a decidir»? ¿Aquí no vale?
Lo recordaba Pere Gimferrer el 4 de marzo de 2010:
«Una colectividad que puede cifrar su identidad presente en un club de fútbol, y contar entre sus virtuales o efectivos líderes políticos al presidente de dicho club [Joan Laporta] (que, según un predecesor, da nombre a la principal ciudad del territorio, y no a la inversa) es, manifiestamente, una colectividad enferma. La afición al fútbol no resistiría un examen en términos racionales; nadie pretende someterla a él. Inversamente, la misma colectividad enferma pretende hoy someter a idéntico análisis una de las más antiguas y excelsas formas de arte: la tauromaquia.
Me avergonzaría pertenecer a dicha colectividad si no recordara que a ella pertenecía también Joan Miró, que, al proyectar en Montecarlo su ballet Jeux d’enfants, escribía que su deseo era obtener un resultado comparable a una corrida de toros. No me siento a solas con Miró: en el ámbito de quienes hablan o hablaron catalán, le acompañan Fortuny, Casas, Picasso, Dalí, Tàpies (libro Del Toreo, de Bergamín y Coderch, 1977), Barceló, entre los pintores; en otros ámbitos lingüísticos Cocteau, Orson Welles, Hemingway, Montherlant, García Lorca, Alberti, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, Goya; entre los escritores en lengua catalana, Sagarra o Espriu. ¿No basta con eso? No, al parecer: pues bien, aquí va este libro. Un trabajo de compilación admirable, y un testimonio profundo y emotivo. La prohibición de los toros sería simétrica a la prohibición de Viridiana. No deseemos vivirla».
Categories: Arte dulce, Huid del nacionalismo
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