Per fi un bisbe fa de bisbe

Román Casanova avisa: no hay futuro de Cataluña sin hijos y sin fe.

Agradi o no, la religión católica ha vertebrado el pensamiento político, jurídico, ético, artístico y social de Cataluña -y de España y Europa enteras- desde sus orígenes. Ahí están el Abad Oliba, Eiximenis, Penyafort, Margarit, Llull (mallorquín de padres barceloneses), Balmes, Torras y Bages, Verdaguer, Gaudí y hasta Dalí. Ahí están los mercedarios, benedictinos, carmelitas, franciscanos, dominicos y jesuitas que educaron durante siglos a los catalanes. Allí está el santoral desde Eulalia, Eulogio o Hermenegildo, hasta el primer santo de la guerra civil española, San Jaime Hilario Barbal, un lasaliano sordo fusilado bajo Companys por saber latín, y los 1.500 curas asesinados bajo la república catalanísima. Allí está la sobrecogedora lista de santos fundadores del siglo XIX con Claret, Rafols, Vedruna, Jornet, Palau, Domingo y Sol, Ossó, Molas, Mogas, Janer, Coll o Mañanet. Ahí están las 7 guerras que en menys de 80 anys van lliurar els catalans contra les invasions polítiques de la revolució. No, no hay otra región de España -y quizás de Europa- más fecundamente cristiana que Cataluña.

Pero llegó el nacionalismo, una extraña idolatría levantada sobre el resentimiento romántico e ideologías ajenas al sentir catalán, que sólo pudo triunfar cuando se coló disfrazado con elementos tradicionales de nuestra cultura. I com la nostra cultura era cristiana, timar els capellans era una prioritat. Sirva de ejemplo el periódico de mosén Collell, La Veu de Montserrat, que acabó dirigido por Prat de la Riba, rebautizado como La Veu de Catalunya, y reconvertido en órgano político de la Lliga. Como avisó Menéndez Pelayo, que estudió en Barcelona bajo la tutela de Rubió y Ors, la cultura catalana empezó a caer «en una segunda infancia, muy próxima a la imbecilidad senil».

Ja sabem que en Jordi Pujol va muntar el grup Crist i Catalunya als anys 50, que después se llamó Catòlics Catalans, y lo de «catòlics» acabó desapareciendo porque era sólo un instrumento cultural para «nacionalitzar Catalunya». Lo mismo pasó con las escuelas religiosas que cambiaron la fe por el nacionalismo: escolapios, jesuitas, claretianos o lasalianos sometieron su vigor apostólico a las consignas separatistas; el escolapio Xirinachs, que acabó suicidándonse percatalunya, representa dramáticamente los letales efectos de este cambalache espiritual. Diabólicamente, el nacionalismo seculariza de 2 formas: cambiando el cristianismo por el nacionalismo, o secando la fe de quienes ven esta perversa ideología identificada con la Iglesia.

Decía Christopher Dawson, profesor de Harvard, que “el nacionalismo es un sustituto de la religión”El brillante teólogo William T. Cavanaugh afirma que con el nacionalismo “la nación se convierte no en un simple sustituto de la iglesia, sino en sustituto de Dios”. El mossèn catalanista Carles Cardó deia el 1933 que “El nacionalisme és la reviviscència del concepte pagà de la política”. I l’intel.lectual català, Joaquim Samaruc, escrivia un magnífic diagnòstic el 1924:

“El Cataluña, al sentimiento regionalista no se le ha dado un ideal, procurando mantenerlo como una religión, cerrados sus dogmas con triple llave a las investigaciones del pensamiento; la discusión se ha condenado como cisma. Se ha creado un ídolo: la ‘nación catalana’, atribuyéndole la vida pretérita y la idolatría. Ese producto de la ignorancia ha tenido adeptos que han creído sin analizar ni indagar”.

Arnold Toynbee nos enseñó que el elemento constitutivo de toda civilización es la religión. La cultura surge del culto. El nacionalisme, que és als pobles lo que el egoísmo es a las personas, ens ha capat, ha esterilitzat la nostra cultura i ha enterrado en cal ideológica el principio espiritual que esparce la vida por la sociedad.

Y esto tiene consecuencias gravísimas sobre la paz, que hemos empezado a intuir durante el prusés y veremos cada día más claramente. Lo explicaba Benedicto XVI:

«Cuando Dios abandona la conciencia colectiva y es expulsado al dominio privado, puramente subjetivo, el concepto de derecho se descompone, y con él el fundamento de la paz«.

Ahir el bisbe de Vich, Romà Casanova, va escriure una carta als seus fidels titulada Catalunya serà cristiana o no seràPer primera vegada sentim un bisbe català parlar de lo realment important, y no de las chorradas políticas y mundanas que le gusta soltar a Omella y a nadie interesan:

«La frase que titula aquesta glossa s’atribueix al venerable Josep Torras i Bages (…), bisbe de Vic, el qual, a finals del segle XIX i a principis del XX, fou un preclar defensor de la identitat del poble català amb fortes arrels cristianes. Ell mateix, en la seva obra ‘La tradició catalana’, posa la família com a realitat fonamental per a mantenir el que és propi d’aquest poble i de la seva identitat. Dient això, no fa res més que expressar un principi fonamental: «És la família la substància i la base de l’organisme social» (cap. X). Per a ell la família és la transmissora primera i fonamental de tot el que constitueix la identitat d’un poble. Per a Torras i Bages, Catalunya tenia en la fe catòlica la seva essència més pregona. Fe cristiana i Catalunya eren per a ell inseparables. (…) 

Els corrents de pensament que allunyen les persones de la fe cristiana i de la seva pràctica s’han obert camins en molts cors. (…) Catalunya va deixant de ser cristiana, encara que no pot negar les seves arrels: el patrimoni, els costums, les celebracions, moltes institucions culturals, sanitàries, assistencials, etc.; hi ha una forta petjada i una clara presència de fe viva.

No sé si Catalunya en un futur pròxim o llunyà es podrà dir cristiana. (…)

Ens hem de preguntar, doncs, si de veritat estimem la nostra terra. Per a Torras i Bages la família era fonamental. Ho pensem també nosaltres? Sols una dada: l’índex de natalitat al nostre país, en aquest moment, és dels més baixos d’Europa. ¿Com podem somiar un futur per al nostre poble sense els fills que l’asseguren?«.

Pues casi lo ha dicho todo el buen obispo. La Cataluña que nos ha traído la Nacionalistada, egoísta y desmedulada por ideologías que nos salen por las orejas, es una Cataluña borde que no tiene futuro. Curiosamente el nacionalismo no genera ni esperanza para traer hijos a Catadisney. Una sociedad autorreferencial, fundada sobre ella misma, acaba siempre transformándose en un poder totalitario que siempre se desmorona.

Este es el fruto inapelable del nacionalismo. Una Cataluña sin fuerza, sin moral, sin esperanza, sin hijos, totalitaria, fundada en la nada y dirigida a vacío, sin culto, sin cultura, sometida al vaivén de cualquier viento ideológico, estéril y emasculada. De momento solo un obispo se atreve a decirlo; el resto prefiere omellear en los medios del Règim, repitiendo lo que dicen los políticos. Ya se lo contarán un día al jefe.

Dolça i esterilitzada Catalunya…



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10 comentarios

  1. Si que hay una región más cristiana que Cataluña: Galicia. Y eso se ve en la configuración territorial, en las costumbres, en la antropología, en la arquitectura, en el arte, y sobre todo en la vivencia de la fe. Pese a quien le pese

  2. No te preocupes, que los marroquíes nos van a pagar ninguna pensión.

    !!!y no hablan español!!!

    Si Cataluña será cristiana o no será, evidentemente no será.

    sic transit gloriam mundi

    Amen.

  3. Pues ya me gustaría leer las «chorradas» que lanza el obispo Omella. A ver si las ponéis más frecuente en esta web.

  4. Estas Navidades, leyendo el magnífico libro de Etsuro Sotoo, La libertad vertical, sobre la Sagrada Familia, descubro que republicanos y separatas quemaron los planos y documentos de Gaudí para la construcción de la S. Familia y vandalizaron y destruyeron parte de lo construido allí hasta aquella época. Si es que no cambian, lo que tocan lo dejan hecho un muladar.

  5. Perdona Jesús, estoy desconcertado, ¿Podrias explicar por qué «fa pudor a nacionalisme»?…¿Pretendes decirnos que DC ha tergiversado la carta?

  6. Perdoneu, però esteu equivocats. La carta del bisbe fa pudor a nacionalisme…..

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