Llega la República del Odio.

El nacionalismo es una ideología del siglo XIX que diviniza un supuesto «pueblo» o «nació» inventado por los ideólogos de turno, al cual toda la sociedad debe adorar. Es la última instancia de fidelidad a la que se someten colegios, universidades, familia, cultura, Iglesia, deporte, amistad, economía y lo que haga falta. Tot queda subordinat a lanació, el idolete de chichicuerno y sopagua.

En Cataluña gobiernan los nacionalistas. I no s’enganyi: són fanàtics. Lo harán todo para montarnos la Catadisney que les pide el ídolo:

Carles Puigdemont, president de la Generalitat, anuncia que “foragitarem els invasors”. También dice que “damos miedo, y más que daremos”.

Oriol Junqueras, vicepresidente de la Generalitat, escribió que “los catalanes tenemos más proximidad genética con los franceses que con los ‘espanyols’”.

Carme Forcadell, presidenta del Parlament, considera que los catalanes de PP y C’s no son “el poble català”.

Jordi Sánchez, jefe de la ANC, dice que la masacre de Hipercor “fue provocada por la empresa y la policía”.

Miquel Buch, jefe de la Associació Catalana de Municipis, diu que “Els catalans hem convidat el veí que passa gana, i mentre ell es menjava el filet, nosaltres hem menjat el pa d’ahir”.

Joaquim Forn Chiariello, conseller d´Interior: “Los catalanes estamos amenazados y laindependencia es necesaria para subsistir“. Según La Vanguardia, en CDC consideraban a Forn un “talibán” “por el fundamentalismo nacionalista del que hace gala, como si fuera estudiante afgano del Corán“ .

Pere Soler, director de los mozos: “Espero que nos vayamos ya, porque me dáis pena todos los espanyols”, “Somos soldados al servicio del MHP” Puigdemont “por la dignidad y la decencia de nuestro país”.

El objetivo de estos fanáticos es «eixamplar la base social», timar a más catalanes con el nacionalismo. Para conseguirlo, el arma más potente es el victimismo: insertar en el alma de los catalanes que los espanyols ensvolenaixafar i noensestimen. Así ya puede el resentimiento dejar vía libre los vicios que convierten la vida en descendente: egoísmo, soberbia, envidia… y odio.

¿Qué se pretendía con el 1-O? Extender la victimización y azuzar el odio. La mala gestión del Gobierno y el férreo control mediático-social de la Generalitat, que gasta millones en lograrlo desde hace décadas sin que Madrid mueva un dedo, se han encargado de «eixamplar la base social» divulgando violencia inventadas, falsos heridos (¿alguna foto de los supuestos 800 que no esté trucada?) y lo que haga falta. La huelga de hoy sólo tiene por objeto incorporar al máximo número de personas a este victimismo.

¿Qué hará el nacionalismo ahora? Lo que excite más el victimismo. Su objetivo final es convocar elecciones autonómicas que llamará «constituyentes» o lo que toque, y que querrá ganar con la amplia mayoría movilizada por la victimización. A eso y sólo eso se dirige todo. Si las gana por mayoría se creerá legitimado ante el mundo para proclamar la secesión.

Por el camino, Cataluña es ya un territorio sin ley. El pacto de Puigdemont y la CUP (lo explicamos este agosto) se cumple al reloj: «vosotros sacad gente a la calle y azuzad a la movilización, que yo os controlo los Mossos». Los Mossos han sido convertidos en inútil y desacreditada policía política al servicio del fullderuta, y los medios excitan a las masas dirigidas en la calle -su terreno preferido- por la CUP. El motor de todo no es el amor a Cataluña, sino el odio provocado por la sensación -inducida por los medios en todos los ámbitos sociales- de sentirte agredido por un enemigo que te quiere destruir. Y claro, el odio da sus frutos: las amistades se han roto, las familias se han deshecho, hasta los cristianos se pelean entre sí.  Triunfa la división y el enfrentamiento social. Goebbels no lo habría hecho mejor.

Es muy posible que mientras Puigdemont azuza el victimsimo, el odio -que ahora se dirige a la «policia espanyola»- se derrame sobre los catalanes que desean seguir siendo -como siempre- españoles. Entonces será el Maidán.

O el Gobierno se lo toma en serio, deja de pilotar displicentemente desde Madrid y comparte las riendas con los catalanes libres de nacionalismo, o Cataluña será muy pronto un inmenso campo de Agramante. Todavía hay tiempo, pero queda poco.

Apague ahora el puñetero puro, sr. Rajoy, o mañana tendrá que apagar un fuego que le devorará.

Dolça i maidanitzada Catalunya…

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