Enrique Gil Calvo expone en El País la visión socialista de lo que pasa en Cataluña. Y se equivoca en casi todo.
Acerca del nacionalismo catalán, el sociólogo se pregunta «¿Cómo es posible que el pueblo más culto y moderno de la península ibérica caiga en esa regresión irracional?«. Y atribuye la culpa al «modelo de familia troncal, basada en la autoridad paterna y el reparto desigual de la herencia en beneficio del primogénito con exclusión del igualitarismo fraterno». Según él, este mismo factor explicaría el apoyo de los alemanes al nazismo en los años 30 del pasado siglo.
De ahí que el modelo de secesión elegido por Cataluña sea el «divorcio unilateral y contencioso», en lugar de un deseable «divorcio pactado» acordado con el gobierno nacional. Ahora bien, esta modalidad de «divorcio» viola los derechos del resto de los españoles; pero los secesionistas lo hacen porque «consideran que sus propios derechos fueron violados en 2010, cuando el Tribunal Constitucional anuló (…) unos artículos del nuevo Estatut aprobado por todos los catalanes». ¿Consecuencia? El «deterioro y regresiva degradación del patriotismo constitucional, si entendemos por ello el mayoritario apoyo ciudadano a los principios constitucionales de igualdad ante la ley y respeto a su imperio legal».
Este planteamiento es muy similar al del PSC en Cataluña. Y explica el hundimiento del partido.
Hay errores graves, típicos del pensamiento socialista, que el PSOE debe evitar si no quiere desaparecer en Cataluña.
– Cataluña quizás no ha sido, como cree Gil Calvo repitiendo el relato nacionalista, «la población española más escolarizada y de mayor desarrollo cívico (…) una sociedad vanguardista que en lo material y lo cultural siempre ha estado a la cabeza de España». Durante muchos siglos, hasta el redreç, Cataluña fue una de las regiones menos prósperas de España. Hoy PISA demuestra que Cataluña tardea en resultados educativos. Muchos indicadores económicos muestran también una preocupante pérdida de dinamismo. Y eso ocurre tras 35 años de hegemonía nacionalista.
– Cataluña no siempre ha sido -como predica la narrativa nacionalista- «el pueblo más moderno» de la península. Si Gil Calvo se familiarizara más con la historia de Cataluña, descubriría que «el pueblo catalán es aquél que, entre todos los pueblos de España o de Europa ha vivido en más ocasiones, y durante más tiempo, en guerra contra el Estado inspirado en los principios de la Revolución francesa”. Así lo recordaba el catedrático catalán Francisco Canals. Todavía en el siglo XIX, la mayoría de Cataluña defendió el pactismo y la filosofía realista medievales típicamente españoles, librando con entusiasmo siete guerras contra el liberalismo en menos de cien años. Es decir: Cataluña fue siempre -no necesariamente para mal- uno de los pueblos menos «modernos» de España. El nacionalismo, ideología moderna nacida en Alemania y Francia, es precisamente importación de quienes en Cataluña abrazaron lo «moderno y culto» en los siglos XIX y XX.
– Es original pero gratuito explicar el auge del nacionalismo por el «modelo de familia» autoritario, donde la herencia se la quedaba el primogénito en perjuicio de la igualdad fraterna. En muchos países se dio lo mismo, y no campea el nacionalismo. Más bien este modelo debería favorecer la aceptación de la autoridad, el aprecio por la riqueza que proporciona la desigualdad de sus miembros, y la superación del resentimiento envidioso. Esto no es lo que ocurre hoy en Cataluña, donde el nacionalismo desprecia la diversidad cultural catalana e implanta el mayor intervencionismo administrativo y fiscal de España, so capa de igualitarismo. Más claro: pese a lo que pueda parecer, el nacionalismo es el triunfo del igualitarismo, pero a escala «catalana». Gil Calvo se equivoca: el nacionalismo no tiene que ver con teorías familiares, ni es una «regresión irracional»; se relaciona con el proceso ideológico hiperracional que describió Hannah Arendt en sus estudios sobre el totalitarismo.
– Es un error asumir la semántica nacionalista que ve la secesión como un «divorcio». No existen «España» y «Cataluña» como entidades desconectadas, según predica el nacionalismo. Como decía Joan Maragall, los catalanes somos tan españoles como los castellanos. No estamos frente a un divorcio, contencioso o de mutuo acuerdo. Se trata de un intento de privación del derecho humano a la identidad, que viola el derecho de los catalanes a seguir siendo españoles, y que no puede ser sometido a decisiones mayoritarias porque es inherente a la configuración identitaria de la persona.
– Es fatal asumir la coartada nacionalista que sitúa la raíz del auge separatista en la sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña, que para Gil Calvo fue «aprobado por todos los catalanes». Lo cierto es que el Estatut de 2006 fue un invento innecesario de la clase política y por ello apenas fue votado por un 36% de catalanes, mientras que el Estatut de 1979 tuvo el apoyo del 53%, y la Constitución un respaldo masivo. La causa del independentismo tiene más que ver con la ideologización desde arriba en todos los ámbitos de la vida social catalana, y con la explotación constante de sentimientos negativos, que con una sentencia judicial.
– Finalmente, es incoherente que Gil Calvo se lamente por el deterioro del respeto al imperio de la ley (que llama «patriotismo constitucional»), y al mismo tiempo justifique la negativa del nacionalismo catalán a someterse a dicho imperio desacatando una sentencia del Tribunal Constitucional. La sumisión a la ley no es ningún inventado «patriotismo constitucional», sino lo contrario del despotismo. España es previa a cualquier Constitución, y hoy está configurada como Estado de Derecho. Si no queremos circular por la senda de la tiranía, ninguna supuesta «voluntad popular» puede saltarse la ley.
En definitiva, el análisis que hace el socialismo español del auge independentista adolece de defectos graves que lo inutilizan: desconocimiento de la historia catalana, explicaciones sociológicas anticuadas, asunción del relato y vocabulario nacionalista, deformaciones voluntaristas e incoherencia íntima.
En algo sí que aciertan: la consecuencia del ardor separatista puede ser «la autodestrucción mutua de la casa común (…) concluyendo probablemente como el rosario de la aurora». En la metáfora divorcista que asume Gil Calvo: una familia desestructurada llena de traumas.
Si el socialismo español no acierta a corregir su análisis, quizá contribuya -como ha venido haciendo al alimón con el PP- a que así suceda.
Pero para eso hemos nacido…
Categories: Huid del nacionalismo, Pensando bien
Menuda barbaridad que se permita una comparativa en que el culpable es la estructura familiar. A este tipo le ha patinado mucho el cerebro al afirmar semejante sandez.
NACIONALISMO SECTARIO,
BALDON ANTIHUMANITARIO.
Nacionalismo es negrura,
retroceso y opresión,
que entroniza la nación,
la lengua o la raza pura
cual única asignatura.
Quien sigue de buena gana
ese perverso ideario
es cómplice necesario
el mal que del mismo emana
en tiranía malsana.