Un català universal explica per què proposta del PSOE no pot funcionar a Espanya.

Valentín Almirall fue el introductor del federalismo en Cataluña con su obra Lo catalanisme. Hay que recordar que el nacionalismo homenajeó a Almirall en 2004, con motivo del centenario de su muerte. Allí dijo Carod, entonces líder de ERC, que Almirall fue un “eslabón en la cadena de la continuidad política, entre el catalanismo más bien tibio de Pi y Maragall y el catalanismo de izquierdas desbordante de patriotismo de Francesc Macià. (…) Si en lugar de hablar de patriotismo fuera una religión, Valentí Almirall sería nuestro primer santo“.

Cuenta Josep Pla en su Prosperitat i rauxa de Catalunya que Cuando se instauró la I República, «la obsesión republicana federal del señor Almirall llegó a su punto máximo. Creyó que había llegado el momento de imponer su punto de vista y triunfar». Y el hombre se fue a Madrid con su periódico titulado El Estado Catalán, su propaganda del sistema federal, que en Madrid publicó durante algo más de 3 meses en 1873:

«El resultat fou deplorable, lamentable. Ningú no el comprà. (…) El fracàs del senyor Almirall a Madrid fou realment sensacional (…) Creyó que el federalismo era la solución a la unidad de España. Almirall nunca fue separatista: escribió siempre en contra de esta posición. No defendió jamás, por otra parte, ni el unitarismo ni el centralismo. Creyó -como buen catalán- que el federalismo era la solución intermedia y razonada para crear una España importante. Ahora: nadie le hizo el más pequeño caso (…) En Cataluña había algunos federales; en Madrid, ninguno, aunque el sistema político imperante, después de Salmerón, se llamó federal. Se llamaban así, pero no había ninguno (…)

No cabe duda de que el pueblo español oyó hablar de federalismo por primera vez gracias a Pi y Margall. Ahora: como había oído hablar tanto y no supo nunca qué se tenía que federar, creó el cantonalismo, creó la personalidad de las comarcas, que en Madrid llamaron los reinos de Taifas y que hundieron la primera República de una manera total. (…)

A mí me parece evidente -dentro de la relatividad de las cosas humanas- que el senyor Almirall, que havia estudiat positivament les formes federals d’Europa i Amèrica, no en donà prou importància al fet que el federalisme és, antes que nada, un método de trabajo, político y administrativo, para los países ya previamente unidos por ideales muy fuertes, por intereses o por conveniencias muy positivas. Que el federalismo alemán ha sido forzado por el ideal del germanismo no cabe duda. Que el federalismo helvético es una consecuencia de realidades geográficas y económicas es un hecho. Que el federalismo americano fue una necesidad de las dimensiones enormes del país y de su vacío es aceptado por todos los libros. Todos los países muy extensos de la América latina, el Brasil, México, la Argentina, Venezuela, Colombia, etc., copiaron la constitución de los Estados Unidos. Ya en este siglo, la creación de la URSS implantó el federalismo, porque Lenin, que era descentralizador, ligó toda la enorme extensión eslava con el ideal del socialismo. El sentido de esta fabulosa historia parece indiscutible.

En cambio, no creo que haya precedentes federales en los países de retales pegados, formados por organismos históricos reales y tangibles como por ejemplo Gran Bretaña, formada por Inglaterra, Escocia, Irlanda y el País de Gales, o Francia, que para llegar a tener lo que los antiguos juristas llamaban las fronteras naturales, tuvo que apoderarse de estructuras históricas alógenas, o España, formada por retales que Almirall dibujó en el hipotético pacto de Tortosa. Que todos estos hechos son infalibles y tienen una fuerza considerable a juzgar por lo que ha pasado contemporáneamente y pasa en nuestros días, con un ímpetu considerable, no creo que se pueda ni tan siquiera discutir.

I això explica per què el federalisme d’Almirall fracassà a Madrid i l’obligà a tornar a Barcelona desenganyat, amargat, aclaparat i trist» (pp.212-216).

Ahora ya tenemos más datos para juzgar la propuesta federal del PSC-PSOE: según Josep Pla no sirve para España. Y según Ortega y Gasset, tampoco.  Olvídense de «la obsesión republicana federal», señores nacionalistas y socialistas, porque eso ya lo hemos probado en España y acaba muy mal. No funciona. Coses de la realitat històrica.

Dolça i unida Espanya…

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