El nacionalisme català és una afectació falsa de modernitat.
La Guerra de Sucesión española fue una guerra internacional para intentar repartirse la España de ultramar y ocupar el poder mundial, en la que España se convirtió en campo de batalla de la Inglaterra wigh, la Francia borbónica, la Austria de los Habsburgo y la Holanda protestante aliada de Inglaterra. La causa catalana va ser traïda finalment pels seus suposats aliats, com Àustria i Anglaterra, que finalmente obtuvo la hegemonía mundial e inició su expansión imperial.
L’home que va dirigir el setge y assalt final de Barcelona el 1714 va ser un dels caps militars més destacats del seu temps. Se llamaba Jacobo Fitzjames, era Duque de Berwick, mariscal de Francia, Duque de Liria y Grande de España. Era hijo natural del rey Jacobo II Estuardo de Inglaterra. Su tío era el Duque de Marlborough, uno de los jefes de la lucha contra los Borbones en España y contra el cual tuvo que combatir Berwick. Pero Berwick fue educado en Francia, donde Jacobo II se exilió tras la Revolución de 1688. Luchó en Budapest contra los turcos, en Irlanda contra Guillermo de Orange, en Flandes, en Saboya, en los Cevennes contra los hugonotes, en Almansa contra portugueses, holandeses e ingleses. Era un fenómeno, y a él se le encargó la toma de Barcelona, que recuerda así en sus memorias:
«Nuestras tropas marcharon a través de las calles con tal orden hacia los cuarteles que se les habían asignado, que ni un solo soldado salió de las filas. Los habitantes permanecían en sus casas, en sus tiendas y en las calles, mirando pasar a nuestras tropas como si fuese en tiempo de paz; una circunstancia quizá increíble es esta: que tan profunda tranquilidad hubiese sucedido en un instante de tanta confusión; lo que es todavía más admirable, que una ciudad tomada por asalto no fuese saqueada; esto sólo puede atribuirse a Dios, ya que todo el poder de los hombres no hubiese podido contener a los soldados» (Memoirs, vol.II, p.175-177).
Què volia dir això? Què havia significat la derrota de Barcelona? Què te això a veure amb el nacionalisme? El catedrático barcelonés Francisco Canals lo interpretó así en 1977:
«Solo un lector catalán es capaz de apreciar cómo la fina y sutil percepción humana de aquel caudillo militar captó, en forma penetrante y comprensiva, un gesto y actitud que parecía prefigurar la historia futura de nuestra ciudad y de nuestro pueblo. Un espíritu combativo, manifestado en una resistencia que llenó de admiración a Europa, se transfirió en una entrega empeñada e intencionada a la cotidianidad del trabajo y de la familia.
Diríase que aquel gesto anunciaba la evolución social de un pueblo que, al cabo de algunas generaciones, vino a ser una moderna sociedad burguesa en gran parte creada por el ahorro, fruto del trabajo, de su menestralía. La voluntad y ambición hegemónica de la moderna Cataluña en la España del pasado y del presente siglo, sería así como una nueva ‘venganza catalana’ contra los poderes y los elementos sociales que le habían violentamente impuesto un nuevo rumbo con la victoria del Estado absolutista.
Un pueblo en que perseveraban ejemplarmente las vivencias medievales y que no había vivido el Renacimiento ni el racionalismo, sucumbió, aplastado por la lucha de los poderes europeos, defendiendo heroicamente aquellos valores y virtudes sociales de la Edad Media cristiana. Acertó Rovira y Virgili al afirmar que la herencia de 1714 no fue asumida por el catalanismo, sino que había perdurado en la guerra de Cataluña contra la Revolución francesa y en la guerra de la Independencia, y reviviría en el tenaz espíritu tradicional de los carlistas de la montaña catalana.
El hecho, tan barcelonés, del catalanismo, hereda por el contrario un impulso extrínseco a nuestro pueblo, surgido de la corriente revolucionaria, pero infundido en Cataluña por la mediación del movimiento romántico. El extrinsecismo e inautenticidad que, en este sentido, caracterizan al catalanismo explican, tal vez, que se pudiese convertir en la afectación de modernidad propia de una ciudad entrañablemente tradicional. De ella dijo Maragall: ‘Ets una menestrala pervinguda que tot ho fa per punt’.
Tal vez lo más negativo de esta afectación es que por ella hemos sido llevados los catalanes a envanecernos de lo que no somos y a encubrir lo que somos. Pero lo que somos se revela en la presencia, cimera en el plano mundial, de ‘La Atlántida’ de Verdaguer, la Sagrada Familia de Gaudí, y de ‘El cant dels aucells’ en el violoncelo de Pau Casals».
O sigui, que Catalunya era la part més medieval d’Espanya, que el nacionalisme és contrari a la tradició catalana, que té origen barceloní, que és una afectació de modernitat, y que el Dr. Freud se lo pasaría muy bien analizando a nuestros nacionalistas.
Más claro y no se ve.
Dolça i anticatalana Catalunya…
Categories: Historia, Pensando bien
Si el nacionalismo fuera de origen netamente barcelonés, ¿cómo se explica que el mismo haya tenido siempre y siga teniendo su tierra de anclaje y un número apabullantemente mayor de partidarios en la Cataluña rural; es decir, en eso que hoy en día incluso en esta web recibe el nombre de Tractoría, a la que también aquí se identifica de forma constante como santuario sempiterno del nacionalismo? Es decir, ¿sí o no?
Contestar a esta pregunta debería comenzar por comprender que tanta o más relevancia que lo que dijera el duque de Berwick (que, por supuesto, es importante) tiene lo experimentado y dejado escrito por Antonio de Villarroel, quien estaba al mando de las tropas en la Barcelona sitiada de 1714 y que en su «Ordeno y Mando» (i.e., orden dada a la población) del 24 de agosto de 1713, emitido al poco de ocupar tal puesto, ya denunciaba escandalizado que una gran parte de los barceloneses mantenía contacto con el enemigo. En sus mismas palabras, extraídas del mencionado documento: «… sin salir de la ciudad, se corresponden con el enemigo por medio de señas, hechas con luces en lugares altos, y disimuladamente salen otros, y vuelven a la plaza, comunicando al enemigo todas nuestras operaciones».
En consonancia con ello, fue justamente a Manuel de Villaroel a quien tuvo que exigir Manuel Flix, cabeza del Consejo de Ciento (entonces órgano de gobierno de la ciudad de Barcelona) que se expulsara de la ciudad a los migueletes, tropa formada por elementos rurales catalanes a la que los barceloneses tenían tanta inquina como la misma a ellos. F. Castellví, quien fue austracista y vivió aquellas jornadas de primera mano en la ciudad, dio fe de todo esto en su obra «Narraciones Históricas» (vol. III, p. 554), relatando cómo una fuerza armada, formada por los mencionados migueletes procedentes de fuera de la ciudad, tuvo que recorrer las Ramblas el 17 de junio de 1713 amenazando a los barceloneses con saquear sus casas si seguían negándose a oponer resistencia al enemigo.
Es decir, la posición de los barceloneses en aquel conflicto difería de la del bando que se encontraba en posesión de su ciudad, que era mantenida bajo control austracista a base de utilizar amenazadoramente contra su población a tropas de origen rural catalán, cuya expulsión de la ciudad demandó el cabeza de su administración (el alcalde, por decirlo así). Y ello explica que Berwick se encontrara con una población en absoluto hostil cuando tomó Barcelona. Y explica también por qué a Rafael Casanovas le resultó de vital importancia hacerse con el control del Consejo de Ciento, lo cual consiguió mediante un pucherazo, pues el mismo, hasta entonces encabezado por Flix, se oponía frontalmente a la Generalidad catalana y pretendía dialogar con el enemigo y abrir la ciudad a las tropas felipistas.
Supone ello, pues, que la posición de los barceloneses en 1713-14, con su Consejo de Ciento al frente (hasta que el mismo fue tomado por el foráneo Casanovas), fue la misma que durante el conflicto del siglo anterior, durante el cual Pau Clarís, cabeza de la Generalidad catalana, encontró la muerte en la misma Barcelona que él y sus partidarios mantenían rehén, presumiblemente envenenado a manos de barceloneses (de cierta condesa, en concreto).
¿Y, entonces, esa afirmación de Canals: «El hecho, tan barcelonés, del catalanismo»? La intención de la misma resulta perfectamente comprensible si se tiene en cuenta que todo lo que Francisco Canals escribió en torno a este asunto estuvo marcado por cómo le afectaba personalmente la eterna pugna entre la ciudad de Barcelona y la agraria Cataluña, que en el s. XIX se había manifestado una vez más con una Barcelona en la que el carlismo nunca cuajó, a diferencia de lo que sucedió en Cataluña.
Durante las 3 guerras civiles provocadas por el carlisimo en el XIX, la ciudad de Barcelona se mantuvo en el bando liberal, a diferencia de la rural Cataluña, que fue carlista (de hecho, el carlismo fue en toda España un fenómeno eminentemente rural) y en la que se dio el mismo proceso que en las Vascongadas una vez sucedida la final derrota militar del carlismo: parte de sus adeptos (y subrayo el «parte»), cual Sabino Arana y su familia, dieron origen al nacionalismo al no poder tolerar la idea de vivir en una España regida por los principios políticos liberales y, según ellos, anti-cristianos (el carlismo no tenía más ideología que el ser ultra-católico o «tradicionalista» y organizar toda la vida social en torno a y partir de las enseñanzas de la Iglesia).
Por más que le dieran nombre y un entramado teórico, los Prat de la Riba y demás no inventaron el catalanismo, sino que fueron herederos de estos proto-nacionalistas de origen rural y carlista (equiparables hoy en día a esos hijos de franquistas y antiguos franquistas ellos mismos que, como Llach, son independentistas furibundos, aunque con todo repito: no todos los carlistas dieron este paso). Y continuando con lo ya empezado, esta segunda hornada nacionalista consideró necesario fundar al recién nacido nacionalismo (entonces llamado catalanismo) sobre argumentos más «racionales», modernos y propios de la época, en vez de justificarlo simple y únicamente con la afirmación de que los españoles eran todos unos peligrosísimos liberales anti-católicos (que, de hecho, era lo mismo que en las Vascongadas decía Sabino Arana, de familia extremadamente carlista).
Como carlista que fue abiertamente toda su vida (y, por ello, tradicionalista católico – o viceversa) y catalán, Francisco Canals creyó siempre que su deber estribaba en disimular tal hecho, al que acertadamente comprendía como un demérito para la ideología política que profesaba. Pero, claro, la Historia es la Historia. Y adjudicarle a Barcelona la paternidad del nacionalismo catalán para ocultar el papel del carlismo de la Cataluña rural en el asunto es todo menos una afirmación históricamente correcta y defendible, como demuestra la relación de la ciudad de Barcelona con Cataluña no tan sólo desde los tiempos de Pau Clarís y luego en 1714 y aún después durante las guerras carlistas, sino cuando menos desde los tiempos de Terés al frente de la Generalidad catalana, por no tirar más atrás y hablar de cómo comprendía ya en el s. XII Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, la relación (o, mejor no-relación política) entre Cataluña y el condado de Barcelona (basta, por ejemplo, con leer el testamento de su esposa, Petronila, donde con toda claridad no se considera al condado de Barcelona parte de una Cataluña que, por su parte, carecía de toda unidad entonces y aun menos tenía instituciones propias, a diferencia de Barcelona).
En todo caso, lo dicho: la cosa cae por su propio peso. Si el nacionalismo fuera de origen netamente barcelonés, ¿cómo se explica que el mismo haya tenido siempre y siga teniendo de forma prioritaria su tierra de anclaje y su mayor número de partidarios en lo que hoy llamamos Tractoria; es decir, en la Cataluña rural y medieval (en esto Canals sí que no quiso maquillar la verdad) que, en efecto, es la de los mossens (curas) nacionalistas que -como hoy- odiaban a la «liberal» Barcelona y a España (por «liberal» también, lo que para ellos era tanto como decir degenerada en todos los aspectos; y de ahí el supremacismo nacionalista).
Canals, ciertamente, puede estar muy bien para ahorrarse leer uno mismo la «Summa Theologica» de Tomás de Aquino (aunque mejor es leerla uno mismo que acudir a cualquier comentarista, la verdad), pero cuando menos en este tema (el del verdadero origen del catalanismo) no es fuente en absoluto fiable. Seguirle acríticamente sin acudir uno mismo a las fuentes históricas no resulta especialmente recomendable. A no ser, claro, que se sea tan carlista (acríticamente carlista, es decir) como él y se crea que se debe ocultar la verdad a mayor gloria… ¿de qué? Fuera «idolets», sean el -ismo que sean.
I espero que no esborreu aquest post, perquè seria decepcionant. Com podeu col.legir, vaig coneixer personalment al Canals i vaig tenir tracte amb ell molt de temps.
Y sigue siendo, junto a Vasconia, lo más medieval de toda Europa, exigiendo regalías, derechos e impuestos territoriales, obviando la figura del ciudadano («El titular de los derechos políticos y civiles de un Estado») y renunciando al Renacimiento y la Ilustración para regresar al feudalismo más trasnochado.
JUICIO 1 – O
«RESISTENCIA PACÍFICA»
ACOSO A POLICIA NACIONAL Y GC – 1
Enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=uWRhDloQ5pY
JUICIO 1 – O
“RESISTENCIA PACÍFICA”
ACOSO A POLICIA NACIONAL Y GC – 2
Enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=C_6sT-02Xgo
GOLPE DE ESTADO EN CATALUÑA.
VIOLENCIA CONTRA LA GC. (5)
Enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=jotEPBVlpXM
UN YOUTUBER AMERICANO DESMANTELA EL VIDEO NACIONALISTA
“Help Catalonia”
(American Youtuber dismantles the nationalist video “Help Catalonia”)
Enlace:
No sé que opinará SCC, seguramente dirán que hay que dialogar sin tener en cuenta la mala leche, los aires de venganza y revanchismo, la ingeniería social de los secesionistas y los tontos útiles de los comunes de la Colau y la sumisa, entregada ayuda del PSC, la mayor de las veces, cuando exhiben con desfachatez y cinismo en los menores y mayores detalles que muchas veces pasan desapercibidos, esto se hace muy palpable en la obsesión paranoica de todos ellos en borrar evidencias de la gloriosa historia de España en los espacios públicos.
Por ejemplo, la pancartera, demagoga e insufrible Ada Colau, con su lugar teniente Pisarello de Los Comunes, una plaga bíblica para Barcelona que esperamos que no dure más que 4 años, se ha propuesto cambiar los nombres de calles y plazas.
A la plaza de la Hispanidad la han renombrado plaza Pablo Neruda; la avenida Marqués de Comillas la han dedicado a Ferrer y Guardia, un tipo que fue acusado de ser instigador de los hechos de la Semana Trágica; la calle Almirante Cervera fallecido en 1909 y que fue tildado de «facha» por la indocumentada Ada Colau le pusieron el nombre de Pepe Rubianes de un cómico que se hizo famosos por insultar gravemente a España en un programa de TV3.
Y Sociedad Civil Catalana y el PSC-PSOE ¿qué tiene que decir a todo esto? ¿qué hay que dialogar? ¿con estos? Anda ya: ¿hemos de ser los constitucionalistas tontos y apaleados?
¿ Y las numerosas calles y plazas a ilustres golpìstas como Companys y Maciá o al racista Sabino Arana?
Kim Chis Torra presidente del FPNL Frente Porcino de Liberación Nacional y Director del Balneario LA SOLUCION FINAL 💩💩💩 alega problemas técnicos para poder quitar la basura amarilla y las cubanas de los edificios PUBICOS.
En concreto alega problemas testiculares.
Lo único q tengo clarisimo es q los catalanes separatistas fanáticos son unos panolis caga*mandurrias, idio*tas…
Lo demuestran apoyando a tíos como el asesino juzgado que asesino al Sr. Bulto… Apoyarse en comunistas Pq no se tienen arrestos suficientes es de ser muy imbe*ciles…
Los catalanes lo pagaremos caro.
Además estamos endeudados se han ido empresas, negocios… Esto no tira…
Perder cuesta poco recuperarlo cuesta más…
Quieren convertir Cataluña en una narcoautonomia… Pq es dinero q necesitan esta genteta para gobernar solo se puede conseguir con malas artes.
Pq el dinero q necesitan….
Rectificación
Barcelona en el siglo XVIII era un puerto más del Mediterráneo, interesante desde el punto de vista comercial, pero muy lejos de la importancia de Valencia y Nápoles.Cataluña era una región y pronto principado, muy alejado del prestigio intelectual (universitario) y económicamente por debajo de Castilla. El antiguo reino de Valencia era la región más próspera de la España peninsular. Entonces ni existía el catalanismo ni imbecilidad parecida. Existía el feudalismo atávico entre la burguesía, que oscilaba entre la lealtad a España y el entregar el principado a Francia: ocurrencia sostenida hasta bien entrado el pujolismo. Los textos educativos del Régimen separatista son una mentira de principio a fin.