Lo que Cataluña y España enseñan al mundo

La divisa que nos hizo mejorar el mundo: unir lo diverso nos lleva más lejos. 

planeta dolçoEl nacionalismo es una ideología del siglo XIX nacida tras la Revolución Francesa en los Estados absolutistas y liberales, y tiene 4 ingredientes principales: la romántica huida de la realidad, la supuesta «voluntad general» depositada en una minoría iluminada que se inventó Rousseau, la dictadura de la voluntad formulada por Kant, y la divinización del «pueblo» teorizada por Herder, Fichte y después estatalizada por Hegel. El impulso del nacionalismo es el resentimiento, las pasiones negativas como el victimismo (ensvolenaixafar), el odio (espanyansroba), la soberbia (somcollonuts), el egoísmo («l’Espanya subsidiada viu a costa de la Catalunya productiva») y el delirio (Catadisney).

Aquesta cosmovisió, que semblava de progrés però que va acabar ensorrant Europa, no era la catalana. Com diu el catedràtic Francesc Canals, «Cataluña es, entre todos los países de Europa, el que en más numerosas ocasiones vuelve con tenacidad insistente a la guerra popular contra el Estado racionalista del absolutismo y del liberalismo», cuya ideología característica es el nacionalismo.

Els catalans, com la resta d’espanyols, teníem una altra visió de les coses. Nos animaba el convencimiento de que la unidad es un bien, que el todo no existe sin las partes y las partes se atrofian sin el todo, que lo pequeño y cercano es la forma de alcanzar lo grande, que a lo universal se llega por lo particular. Nos gustaba la diversidad porque era señal de unidad, y procurábamos la unidad porque celebraba el sentido de lo distinto. Teníamos ganas de decir una palabra al mundo, un verbo sencillo pero grande y universal. Eso fue Cataluña y eso fue España, para eso nacieron y así se formaron:

«España, muy probablemente a causa de su origen como comunidad fronteriza, es un caso muy característico de la gradual agrupación de unidades políticas de tamaño pequeño o medio que se van uniendo hasta formar tres reinos relativamente grandes, dos de los cuales se agrupan para formar ese gran reino que es España. Cataluña, con toda su originalidad, es un caso muy típico: nace como un conglomerado de condados fronterizos que se unifican gradualmente y que, apenas alcanzada esa relativa unidad, se unen a un reino vecino, Aragón (que a su vez también es la resultante de la fusión de varios condados pirenaicos), para formar una unidad mayor y más fuerte. Es por tanto aventurado (cuando no simplemente erróneo) hablar de la Cataluña del siglo XI como de un Estado-nación, tanto porque su unidad era muy reciente como porque llamar Estado-nación a un conglomerado de condados (aunque uno de ellos fuera preminente) es otro grave anacronismo» (Gabriel Tortella: Cataluña en España. Historia y mito, p.37).

Unir, unir, unir. Esa fue nuestra virtud, nuestra característica, la de Cataluña y de España entera. Sintetizar condados, reinos, pueblos, lenguas, costumbres, leyes. Unir la carne con el espíritu, la tierra con el cielo, la razón y la fe, lo inmanente y lo trascendente, la libertad y la gracia, lo natural y lo sobrenatural, el agua y el vino. Lo queríamos todo, nos dimos del todo y cambió todo.

Ja fa més de 2 segles que el nostre entreteniment sembla ser la divisió, l’enanisme i la reducció. Això ha de canviar, el món globalitzat necessita més que mai aprendre a unir lo divers i nosaltres d’això en sabem més que ningú. Hora de superar el nacionalismo y volver a ser nosotros mismos.

Dolça i unitiva Catalunya…

bastoncillo



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8 comentarios

  1. No hay estado nación cuando la población está dividida en estamentos (nobiliario, religioso y el común, que en la época son simplemente campesinos). Este tipo de sociedad tiene su origen en los pueblos germánicos, en que están agrupados por funciones los guerreros, los campesinos y los religiosos.

    Incluso cuando con la Revolución Francesa desparece el Estado estamental, solo los burgueses se consideraban franceses (en el sentido que entendemos hoy), no los campesinos, que son mayoría.

    En el siglo XIX, la idea de nación tiene un sentido muy importante: el proteccionismo de la industria. Es decir, hay un interés personal muy importante del pequeño grupo que controla las clavijas del poder (para defender sus intereses y enriquecerse más). Todo en nombre de la «nación».

    Así ponen o quitan los aranceles que les interesan, meten a la «nación» en aventuras coloniales para buscar nuevos mercados y materias primas…

    ¿En qué le beneficia al pueblo esta nueva oligarquía?

    En nada, salvo en que, al aumentar en interés propio los intercambios comerciales, hay más gente que se beneficia (obreros, contables, sastres…)

    Eso, sí, todo engañando: hablan en nombre de la nación (y del «progreso», de la «libertad»…)

    Por cierto, que la carne de cañón de las guerras nacionales y coloniales la pone el «pueblo», o
    los «ciudadanos», como les gusta decir. Los que se benefician, son los de siempre.

  2. La Revolución francesa tuvo también aspectos muy buenos y, para el tema que nos ocupa, pienso en el ideario de la «fraternité». No puede haber democracia egoista y calculadora del tipo «Espanya ens roba», olvidadiza del deber de fraternidad con los demás ciudadanos y territorios. Soy partidario de una reforma constitucional que prohíba las exigencias políticas y legales sobre la base de las balanzas fiscales, agravios comparativos, deudas históricas etc. más o menos falseadas y partidistas. Digo «precisar», porque la Constitución actual ya no pone límites a la solidaridad entre territorios de España.

  3. Lástima que todo esto se reconocerá cuando sea ya demasiado tarde 😢

  4. ¡¡¡UNO DE LOS MEJORE ARTÍCULOS DE ESTE BLOG!!!
    Y los hay buenísimos.

  5. Que un pais como España, con fronteras apenas alteradas en 500 años tenga que estar repitiendo lo que es obvio para cualquier europeo dice todo de una ideologia enfermiza y falsa que impulsan unos pocos para unos pocos y en detrimento de todos y de todo. La catadura amoral de quienes debieran ser lideres de todos, deja claro el caracter falsario y totalitario del catalanismo y la necesidad de no parar hasta neutralizarlo por completo.

  6. Se puede decir más alto pero no más claro. Excelente artículo.

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