El intelectual catalán Joaquim Samaruc ya desentrañó la esencia idolátrica de esta ideología en 1924.
«El Cataluña, al sentimiento regionalista no se le ha dado un ideal [ideario racional], procurando mantenerlo como una religión, cerrados sus dogmas con triple llave a las investigaciones del pensamiento; la discusión se ha condenado como cisma. Se ha creado un ídolo: la ‘nación catalana’, atribuyéndole la vida pretérita y la idolatría. Ese producto de la ignorancia ha tenido adeptos que han creído sin analizar ni indagar».
Sobta veure com dom Soler, mossèn Joan Costa, el bisbe Novell i altres capellans del Front Nacionalista són ardents apòstols d’aquesta religió que ha foragitat el cristianisme de Catalunya. Cal recordar que no es pot servir a dos senyors?
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Por eso se habla de «inmersión», palabra absolutamente sinónima a «bautizo»; en ambos casos es sumergir en agua (bendita). En el caso de la inmersión, se convierte en un símbolo cuasi religioso: al aprender la lengua catalana y usarla, te conviertes en un sujeto del «cuerpo místico» independentista. Si la usas pero también crees que el castellano es ya lengua propia de Cataluña y encima crees en una Cataluña española, te alejas de ese «cuerpo místico», convertido en botifler, españolazo, extremaderecha (todo junto, que lo he visto así escrito más de una vez). En los nacionalismos hay mucho de fantasía e irrealidad, mucha leyenda y mito (que no es lo mismo), poca historia real, bastante fanatismo y la creación de un constructo o argumentario tipo catecismo del que no se puede salir por pura carencia de formación.