No volien turistes, i ara que no venen es queixen perquè van a l’atur.
Así es Barcelona desde el siglo XVII, al menos según el Quijote: “archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única”. Y todo es verdad. O ho era fins que 40 anys de nacionalisme a la Generalitat i més encara de minyonisme llanut a l’ajuntament PSC van resultar en almenys una generació de burgesets avorrits que no parecen tener otro ideal que enjaularse en ideologías de moda.
Avui la ciutat ha patit una degradació exponencial: manteros en las calles, peleas con machetes a plena luz del día, agresiones a turistas, sexo en las aceras, tiendas low cost en toda la ciudad, pintadas de churros amarillos y consignas políticas en el mobiliario urbano que nadie limpia, amenazas a turistas, carriles bici que nadie usa y ponen en riesgo la seguridad vial, evaporación de la Agencia Europea del Medicamento, calzadas ocupadas por bloques de hormigón y pintadas con extrañas franjas, batallas campales contra los Mossos, fuga de empresas, parálisis de taxis, expulsión de Uber y Cabify, barricadas de fuego, desplome del turismo, nepotismo en la administración, subvenciones al separatismo, caída de -10% en el índice de atracción de talento del INSEAD, la ciudad más insegura de España, comercios cerrados, persianas grafiteadas… Una autèntica ensulsiada que fa malbé tots els èxits del passat y que será muy difícil recuperar.
Solo fíjese en su barrio y compare lo que recuerde de 1992 con lo que ve ahora. Millor o pitjor?
Lo curioso es que desde el propio ayuntamiento se jalea a quienes dicen que los turistas no son bienvenidos a Barcelona. Ahora ha llegado el covid y los barceloneses sabemos lo que significa una ciudad sin turistas: ruina para decenas de miles de familias. Entre ellas las de los monumentos turísticos de la ciudad, que están vacíos y tienen que despedir o reducir los contratos de sus trabajadores. Y van los sindicatos –los del tourists go home– y montan espectáculos en la Sagrada Familia o Casa Batlló como el que vemos en la foto. Els pocs turistes que arriben estaran encantats de fer-se la foto amb la pancarta mentre les sirenes els fan xiular les orelles.
Gràcies, Podemos+PSC, per treballar pel bé comú i fer més pobres els més humils.
Dolça i ensorrada Barcelona…
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Pues eso, cuando no quede ni un solo turista extranjero o nacional en todo Barcelona estarán la mar de contentos y satisfechos y me alegraré por ellos. No tendrán para llegar a fin de mes y probablemente ni para comer, pero ¿qué es esa tonta minucia comparada con el orgullo de sacrificarse per Catalunya i els Països Catalans, por los presuspulitics, por la República, por Puchimón y por haber expulsado a las bestias humanas del sacrosanto suelo patrio?
¡Y yo que me alegro! La mayoria de eso empleados de casa Batlló, la Sagrada Familia, etc. etc. son de la misma cuerda que el independentismo, seguramente castellanos reconvertidos, que se han creído más listos que los demás. ¡Pues hala, a tomar vientos la farola!
El autor del caballero de la triste figura con su inseparable Sancho, tuvo el privilegio de visitar la bella y hospitalaria ciudad de Barcelona, que además supo dejar reflejada en aquel primor que le caracterizó en el campo de las letras. Nuestro buen Miguel de Cervantes no pudo acertar que un día tiempo a, la ciudad del apego y la armonía iba a estar controlada por los basiliscos de la izquierda, y un aberrante separratismo que en un atisbo de ambición y codicia mal concebidas, la convertirían en este estercolero que es en la actualidad, dispuesto para no ser recibido ni atendido por nadie, quedando solo a expensas de la desidia de sus propios vecinos. Dan ganas de tocar un réquiem por la hermosa ciudad que siempre fue Barcelona.
Exactamente, los turistas molestaban, los catalanes libres de nacionalismo molestamos, los del resto de España molestan,… Cobran más porque se creen más listos, pues que se lo hubieran visto medir.
Algo que solemos olvidar es que, cuando visitó la imprenta, ¡estaban haciendo una edición pirata de El Quijote!
Cervantes no era tan ácido como Quevedo, pero no se dejaba nada en el tintero.