L’exitàs de l’Adoració perpètua irrita es matacapellans del Règim.

En 2016 los islamistas del ISIS degollaron al padre Hamel, el párroco de 86 años de San Esteban de Rouvray, porque “vosotros los cristianos nos oprimís”. Curiosamente el argumento es muy similar al que puede escucharse en los discursos de la CUP o de Podemos sobre la “opressió de l’Església patriarcal”, la Iglesia “golpista”  y otros piropos.

La manía de poner en el punto de mira a la Iglesia es inquietante. Hace 80 años se desató en España la persecución religiosa más cruel y sistemática de la historia. Dice el historiador Payne que “fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en los momentos más duros de la Revolución francesa”. Decretos gubernamentales de 1936 prohibieron el culto católico en toda España y confiscaron iglesias y edificios religiosos, aunque pocos sobrevivieron a las llamas. Azaña comentó estos decretos: “ahora es cuando de veras se ha proclamado la República”. El holocausto católico empezó quemando iglesias y conventos, y acabó matando frailes, monjas y católicos de la calle después de destruir un enorme patrimonio cultural. Hoy sabemos que casi 10.000 mártires (7.000 eclesiásticos y 3.000 seglares) fueron asesinados en España por odio a la fe, pero no se lo pregunten a la Colau o a racisTorra, que d’això no en diuen res.

En Cataluña ardieron más de 7.000 iglesias con el beneplácito de la Generalitat de Companys; fueron asesinados 4 obispos, 1.536 sacerdotes (el 30% del clero catalán) y miles de católicos sólo por serlo. Santcompanys contestó así cuando la revista francesa L’Oeuvre (agosto 1936) le preguntó sobre la restauración del culto católico: “¡Oh, ese problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas!”. El que sería conseller de Justicia de la Generalitat, Andreu Nin, fue más explícito: “el problema de la Iglesia nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto”. Com molava la democràcia i la llibertat a la Catalunya d’en Companys.

A los sacerdotes y monjas se los cazó como animales. A muchos los mutilaron, les cortaron la lengua, les sacaron los ojos, les abrieron en canal, fueron enterrados vivos o descuartizados a hachazos. A Manuel Borrás, obispo auxiliar de Tarragona, le cortaron un brazo y lo quemaron, pero murió perdonando a sus asesinos. Algú ha demanat perdó a la Generalitat, sr racisTorra?

Hoy hay otro genocidio cristiano en los países musulmanes de Oriente Medio. Mientras allí son crucificados o decapitados hasta los niños, els nostres polítics callen i l’òrbita fanàtica que volta el Règim segueix incitant a la violència contra l’Església, pintando sus muros y acosando a los cristianos. Porque “los cristianos nos oprimís”, és clar.

Ayer las iglesias de San José y de San Sebastián de Badalona amanecieron con mensajes amenazantes en sus muros: «Ni Iglesia ni Estado, que ardan juntos o por separado». Resulta que la parroquia de San Sebastián, en el humilde barrio del Pomar, decidió en 2015 abrir sus puertas 24horas al día para adorar al Santísimo. Los turnos se llenaron rápidamente i a la convivència del barri ja es nota.

Sembla que a algú amb banyes no li agrada. Y a los adoradores de lanació y el falansteri tampoco.

Y así, mientras Cataluña deshace su vida espiritual en la insulsa papilla nacionalista y consagra su alma al advenimiento de la Catadisney celestial o la Catadictadura del podemariado, una modesta capilla perdida en lo más humilde de nuestra tierra atrae el odio de los malos por el amor de los buenos.

Pues habrá que apuntarse a la Adoración, escolti. Aquí.

Dolça i lluminosa Catalunya…

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