Las historias nacionalistas son «un espejismo antihistórico», dice un historiador de Olot.

El nacionalisme és una ideología del segle XIX que consisteix en sotmetre-ho tot a lanació, un ente inventado por ideólogos acédicos que poblaron su magín de fantasmagorías extranjeras. Para justificar su idolatría, el nacionalismo manipula la historia de modo que descubramos la existencia eterna de lanació: pero no es historia, sino ideología, y viene practicándose desde la Renaixença por ideólogos como Ferran Soldevila y Rovira y Virgili, i avui la continuen gent com el mestre Cucurull i altres pirats del xiringuito del Jordi Bilbeny, l’Insitut Nova Història.

Entre 1938 y 1947 Agustín Calvet, más conocido como Gaziel, redactó 4 ensayos sobre Cataluña y los catalanes que tituló Quina mena de gent som. Gaziel fue uno de los más grandes periodistas catalanes del siglo XX, y escapó de la maravillosa Cataluña de Companys en 1936. Después de una estancia en Bélgica y Francia, regresó a la España de Franco en 1940 y se instaló en Madrid. El primero de los ensayos de Quina mena de gent som dice estas cosas:

«L’entitat política Catalunya o, si voleu dir-ho al revés, perquè sembli més clar, Catalunya com a entitat política, no existí mai. Els catalans no han sabut, en cap moment històric, constituir-se integralment, és a dir, construir un Estat per a ells sols, alçar amb ajudes o sense -com França, Gran Bretanya, Alemanya, Itàlia, Espanya i fins Portugal- una entitat política pròpia, exclusiva, que es digués Catalunya (…)

Als homes forts, als pobles sans, la veritat i la lucidesa d’esperit només els donen vida i salut. I jo voldria una Història de Catalunya que es deixés per sempre més de contar el que hauria hagut de ser i no fou, per dir-nos el que ha estat i el que és, per veure, si axí podíem arribar, per fi, a veure clarament el que pot ser».

El historiador olotense Jordi Canal comenta estas ideas de Gaziel en su maravillosa Historia mínima de Cataluña:

«El término Cataluña no tuvo en ningún momento ni el sentido ni el contenido que se le estaba dando desde la época de la Renaixença. La imagen del autor era muy gráfica: el arca maravillosa que guardaba los sueños patrióticos de los catalanes nacionalistas de su época no había existido nunca en el pasado. Todos los intentos habían sido frustrados por la locura -los ecos de octubre de 1934 resonaban en estas palabras- y la debilidad catalanas.

Las historias elaboradas desde 1870 narraban hechos reales, sostenía Gaziel, pero los atribuían a una entidad política y orgánica que era un auténtico fantasma, esto es, ‘Cataluña considerada como un estado catalán’. Se trataba, en fin, de una figura mitológica, hija del moderno nacionalismo.

Gaziel criticaba en estas historias, impregnadas de ideal nacionalista, que hicieran converger todos los acontecimientos del pasado hacia la necesidad apriorística de obtener, como coronación, la plenitud de la nacionalidad catalana en una forma estatal. Con el calificativo ‘nacional’, que era un espejismo antihistórico, se introducía una valoración puramente actual en el proceso analizado.

Toda historia nacionalista -o absolutista, o fascista, o federalista- era, simple y llanamente, una historia falsa. Esas historias de Cataluña resultaban, en el fondo, afirmaba, apologías melancólicas  y delirantes, obras edificantes y estimulantes. Indispensable era, en resumen, una nueva historia que dejase de contar lo que debió ser y no fue, para intentar explicar, de una vez por todas, lo que fue».

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