En Cataluña los obispos no reconocen el castellano como «lengua propia» de la mayoría de catalanes.
El 25 de marzo de 1858, la humilde Bernardita le pidió a la señora que se le aparecía en la gruta de Massabielle que dijera su nombre. La dama contestó resplandeciente, alzando los ojos al cielo, en el dialecto occitano de la niña: «Que soy era Immaculada Councepciou».
La Inmaculada no tuvo reparo en hablar a Bernardita en su lengua.
Sin embargo los obispos de Cataluña, reunidos en el Concilio Provincial Tarraconense de 1995, establecieron «l’ús del català com a llengua pròpia de l’Església a Catalunya: en la litúrgia, en la predicació, en la catequesi, en els mitjans de comunicació social… Aquesta norma general és d’aplicació a qualsevol església, capella o oratori, sigui parroquial o no, incloses les catedrals i les esglésies de religiosos i de religioses» (art.140). Sólo por excepción se empleará otra lengua. Esa otra lengua, claro, es el castellano: la lengua que tienen como propia más de la mitad de los catalanes.
La Inmaculada nos enseña a no actuar como una administración nacionalista cualquiera, sino guiados por el amor al prójimo. La lengua de la Iglesia en Cataluña debe ser la que hablen los catalanes. Es decir, el castellano y el catalán.
Que en este día la Inmaculada ilumine a los obispos catalanes para que sean pastores de todo su rebaño.
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