El padre Luis Petit no sale en TV3 porque es un cura normal.
El número de misioneros catalanes se ha reducido en un 30% en los últimos 4 años. Ya sólo tenemos unos 600 anunciando el Evangelio por el mundo. Antes eran incontables, franciscanos, capuchinos, jesuitas, dominicos, diocesanos.
Hace casi dos años Artur Mas escribió una carta a cerca de 200 de ellos (¿por qué se dejó a más de dos tercios?) para felicitarles el año 2012. En ella no se refería a la «misión» de estos misioneros, que no es otra que ser testigos de Cristo. En cambio sí aprovechaba para recomendarles una nueva misión, un nuevo idolillo: «Nos hace falta también estar alerta y atentos para defender nuestro autogobierno y nuestros signos de identidad. No permitiremos que con la excusa de la crisis se quiera laminar todo lo que hemos construido con tanto esfuerzo durante décadas e incluso siglos». Ya se sabe que para el nacionalismo la «nació» ocupa el lugar de lo absoluto. ¿Quería Mas felicitar a los misioneros o ganarlos para su ideología?.
El padre Luis Petit Gralla llegó a América de treintañero, hace 7 años. Está destinado ahora en la ciudad de Juanjí. Desde allí recorre la diócesis de Mariscal Cáceres, cuya extensión es similar a la provincia de Barcelona. Hay pocas carreteras, y a muchos pueblos sólo puede acceder una vez al año, en barca.
El padre Luis ha construido iglesias, capillas, comedores y colegios, con un único fin: ser útil al amor de Dios. El último colegio que levantó se llama Sagrado Corazón de Jesús, y tiene por lema Virtud y Letras; un programa que le formuló su padre cuando era niño, tras una regañina, y que nunca olvidaría. A muchos de los pueblos que visita hace años que no llega ningún sacerdote católico. Él pregunta por las casas, reúne a los católicos del pueblo y juntos emprenden las tareas de evangelización. Nombra animadores o catequistas y organiza la pastoral. Juega a fútbol con los niños. Les habla de Dios, les imparte los sacramentos y siembra la misericordia de Dios por las calles embarradas del pueblo.
De vez en cuando regresa a Barcelona para conseguir apoyo en sus tareas de evangelización. Organiza tómbolas y rifas para sus gentes del Perú. Y los que pueden donan algunos euros fácilmente por internet, aquí, donde están las fotos de sus iglesias, sus colegios y sus hermanos, los más humildes de la selva.
Es una alegría y una fuente de inspiración saber que, mientras en Cataluña vivimos sumergidos en el egoísmo institucional del «Espanya ens roba», todavía hay catalanes que gastan su vida sin otro interés que el servicio de la salvación y el amor al prójimo, a miles de kilómetros del hogar que les vio nacer.
Gracias y bienvenido a tu dulce Cataluña, padre Luis.
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