Un filòsof francès despulla el degradant cor del nacionalisme.

Rémi Brague es uno de los pocos filósofos de verdad que quedan. Hem parlat d’ell algunes vegades. Professor emèrit de filosofia medieval, àrab i jueva a la universitat París I Panteon-Sorbona y en la universidad Luis y Maximiliano de Munich, donde ha ocupado la cátedra Romano Guardini. También es miembro del Instituto de Francia, y ha recibido numerosas distinciones por su obra, como los premios Josef Pieper y Ratzinger. Un gran.

Después del humanismo es uno de sus últimos libros, donde medita sobre lo que es el hombre. En el capítulo Hombres desfigurados leemos unos párrafos sobre la la ideología humanista molt clarificadors. Y como el nacionalismo también es una ideología, resulta que nos sirven perfectamente para entender su perversión:

«¿Qué sucede cuando no nos contentamos con un bosquejo del hombre [catalán] y queremos definirlo a toda costa? Asignamos límites a nuestro objeto, (…) decretando: «Hasta aquí es humano [catalán], pero más allá de este límite la humanidad [catalanidad] ya no tiene valor, es algo que todavía no le pertenece o que ya no le pertenece». Entonces se constituye una categoría de «subhombres» [subcatalanes] o de «prehombres» [precatalanes] cuyo descarte teórico, si no práctico, no deja de organizarse. (…)

Personas que se consideran naturalmente humanas [catalanas] erigen tácita o inconscientemente su propia humanidad [catalanidad] como referencia. Lo que supone cierta idolatría. Todo ídolo es un espejo, puesto que es una imagen de sí mismo proyectada en el otro, una tentativa de modelarse a sí mismo -y al otro a través de sí mismo- no en el sentido de la educación como es pensada en el humanismo clásico, sino en el sentido de una autocreación.

Quien rechaza la imagen de Dios se ve obligado, por una lógica inmanente a su posición, a buscarse una imagen en otra parte, más abajo en la escala de los seres. Así, paradójicamente, todo pretendido «superhombre» [supercatalán] nos empuja a correr tras algo inferior a lo humano [catalán]. El filósofo húngaro Aurel Kolnal pronunciaba este veredicto:

‘Tal es la némesis aneja al humanismo [catalanismo]: la proclamación de su ‘soberanía’ dedica al hombre [catalán] a desplazar su centro de gravedad hacia las regiones bajas de su ser, y a degradar su naturaleza a un nivel inferior de humanidad‘ (…)

El sujeto se otorga el privilegio de adorar solo la forma que él ha decidido investir de su visión de lo divino. Lo que conduce directamente a la idolatría, es decir a la adoración de su propia imagen idealizada. (…) El sujeto humano [catalán] ocupa el lugar del Señor y quiere moldear al hombre [catalán] a su propia imagen. ‘Moldear’ significa transformar a los otros según lo que se ha decidido para ellos. (…) Un grupo de autoproclamados ‘creadores’ se cree con el deber de atribuir una forma a la materia humana».

Tal és el credo de tot nacionalista. Ells han arribat ja a la «consciència nacional», son los que determinan qué es Cataluña y quién es catalán. Son los que sostienen que solo es catalán quien se parezca a ellos, parli Lallengua fins i tot quan li surt vent del cul (amb perdó), sea del Barça, baile sardanas, adore a Santcompanys y se una a la Marmotada.  Son les «minories incorruptes i clarividents» que descobria el fanàtic Josep Armengou, mestre d’en Pujol i Junqueras. És «allò que val es la consciència de no ser res si no s’és poble», lema del Consell de la República, encarregat de definir qui és «poble» i descartar a quienes no lo son. Es la Forcadell proclamando que «C’s i PP no són el poble català».

En fin, una idolatría. La adoración de Lanació i Lallengua, la adoración de la imagen de Cataluña que se nos ha fabricado Pujol, el descarte de los catalanes que no cumplen con ese patrón, la violación de sus derechos, la imposición de Lallengua de los supercatalanes. La degradació de Catalunya.

Vale la pena meditar sobre estos párrafos de Brague. Ens deslliuraran del nacionalisme i ses ideologies germanes.

Dolça i idolàtrica Catalunya…

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