Déu és clavat en creu per salvar-nos.

Escrivia es bisbe Torras i Bages el 1913, commemorant el centenari dels edictes de Constantí a favor de la llibertat de l’Església:

«Que una propaganda llevada a cabo por hombres desconocidos, iliteratos y extranjeros se sobrepusiera a la sabiduría del siglo; que la adoración de un Hombre condenado a muerte por perturbador, y en un suplicio infamante allá en la apartada región de la Judea, penetre en la casa del César, en una sociedad exquisitamente culta, que aun hoy nos da lecciones de buen gusto; y que se le reciba como enviado de Dios, y Dios verdadero, Verbo del Criador de todas las cosas, que viene al mundo para ser su Maestro; y que un Emperador, indudablemente de talentos extraordinarios, le preste vasallaje, no se explica como un acontecimiento ordinario, como un hecho social consiguiente al natural desenvolvimiento humano, sino que debe reconocerse que este hecho es sobrenatural (…)

tomando el hecho como una venida al mundo de Dios, unido a la naturaleza humana para restaurarla y elevarla del bajo nivel en que yacía, haciendo al hombre digno de una vida inmortal y perfecta mediante una soberana doctrina de verdad y un auxilio interior de eficacia divina, con lo cual por el esfuerzo de su libre albedrío alcanzase una categoría de dignidad que lo convirtiese en una especie de dios (…) solo para restaurar al hombre vino  al mundo el Hijo de Dios; por esto su venida da comienzo a una nueva era de la humanidad (…)

[es maravillosa] la aceptación de la Cruz de Cristo como regla de vida, como norma de pensamiento y de voluntad, y como explicación del enigma de la existencia en la tierra, por tan gran número de aquellos griegos y romanos de civilización muelle y que vivían con toda clase de refinamientos. (…) Dios escoge lo débil para vencer a lo fuerte, lo pequeño para dominar a lo grande, y la ignorancia según el mundo para humillar a la sabiduría mundana (…) se le había revelado un orden de dignidad asequible a todos, una manera de existencia antes desconocida, que hacía del hombre un ser nuevo, distinto de lo que antes era, y le elevaba a una sublimación superior que no alcanzaron las más subidas inspiraciones de filósofos y poetas (…) y este nuevo orden de cosas no respondía a un plan preconcebido en una mente humana (…)

Reclamando la libertad de la Iglesia renovaremos y acrecentaremos nuestro amor a la civilización cristiana, que constituye nuestra forma social y gloria de Europa, que se quisiera ahora sustituir por otra civilización sin espíritu y, de consiguiente, sin cohesión de vida, y opuesta a los principios esenciales de la naturaleza humana, que vino a defender y a realzar nuestro divino Salvador. El símbolo de la civilización cristiana es la Cruz de Cristo, de la cual se deriva la libertad espiritual de los hombres e importa la limitación del poder político (…)

Quien ignora a Dios, y fuera de los cristianos todos lo ignoran, a lo menos de una manera real y efectiva, no sabe comprender otro dios que el Estado. (…) El laicismo se reduce a un materialismo triunfante y opresor, incapaz de comprender la vida espiritual en toda su nobleza, y en último término acaba en el fetichismo de adorar al Emperador como en Roma y en Rusia, o a la República personificada en la diosa Razón como en Francia (…) y en esa religión, que tributa culto al Estado, el hombre queda abolido (…)

La cruz significa libertad. (…) La cédula donde constaba nuestra esclavitud Jesús la clavó en la cruz rasgándola, pues Él con su sangre pagó nuestro rescate«.

Està tot dit.

Acompanyem al nostre Salvador a la creu aquest Divendres Sant. Us adorem, Senyor, i us beneïm, que per la vostra santa creu heu redimit el món.

Dolça i redimida Catalunya…

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