Una dona que hi veu clar.

A primera vista, Europa es un lugar. Una estrecha península en el extremo occidental de Asia, el vértice de la gruesa flecha asiática, el punto hacia el que tienden las fuerzas centrífugas del Oriente. Las playas templadas de esta península son vías abiertas hacia el resto del mundo. Por el Mediterráneo, Europa se une inmediatamente a África y al Asia Menor; por el Atlántico, con mayor dificultad, penetra en América.

Pero Europa no es sólo un lugar geográfico, sino sobre todo un lugar espiritual. Un lugar donde la vida inteligente se ha desarrollado con rasgos característicos, donde el hombre se ha elevado de modo particular sobre su entorno. La primera peculiaridad europea se manifiesta en el s.IV a.C. En Grecia nace la reflexión sobre el hombre y la naturaleza, la razón descubre su verdadera medida y engendra la ciencia. Pero el logos griego no hubiera podido asentarse sin un poder político que unificara las orillas mediterráneas. Esta fue la misión de Roma. La permanencia política del Imperio Romano esparció por sus vastos dominios la ciencia griega, y la desarrolló en el plano civil, en la ingeniería y el derecho.

Al cristianismo le correspondió fecundar espiritualmente a Europa, unificarla y dotarla de misión y sentido, vivificando la razón griega y proyectándola a las regiones más profundas de la naturaleza humana. Este encuentro entre helenismo y cristianismo es el rasgo diferencial europeo. Europa es el lugar donde se fusionan la fe y la razón. Allí se conjugan cuerpo y alma, sentidos e inteligencia, tierra y cielo, hombre y Dios, imperio y pontificado; o com deia el nostre gran Eugeni d’Ors, máquinas y campanas. En ningún otro lugar del mundo sucedió esto, y esto es lo que nos caracteriza: razón y fe.

Desde la caída de Roma los europeos han deseado volver a esta unidad, también en el plano político. Lo probó Carlomagno, Carlos V, Napoleón, Hitler… cada uno a su manera, y alguno quiso hacerlo sustituyendo el alma de Europa por la ideología de turno. La Unión Europea también persigue este objetivo benemérito, que no es podrà assolir mai si es vol fer ignorant el cor de la nostra civilització que ja hem explicat.

La presidenta de la Comisión Europa se llama Ursula von der Leyden, exministra de Defensa alemana, y ha dicho esto a El Mundo:

«Mi padre vio de adolescente los horrores de la guerra. Siendo alemán, siempre tuvo una esperanza: Europa como futuro. Para mí también es una noción muy fuerte que pasaré a mis hijos. La sensación de que formamos parte de una cultura (…) un continente dedicado a la dignidad del ser humano, que respeta y cumple el Estado de derecho, que tiene la experiencia más profunda de lo que significa la libertad. (…) El mundo necesita el estilo europeo, con las personas en el centro (…)

El nacionalismo es algo que, en última instancia, tiene la intención de dividir y destruir la UE. Los proeuropeos tenemos que unificar y reconciliar una agenda. Los nacionalistas se definen a menudo por los enemigos que tienen; nosotros, los proeuropeos, tenemos amigos, de Praga a Atenas, de Gotemburgo a Lisboa (…) las leyes deben ser respetadas y los asuntos constitucionales españoles deben ser respetados«.

En Cataluña el nacionalismo se las ha dado siempre de europeísta y Pujol ha presumido de ello; seguramente lo que perseguía era el debilitamiento de los estados para lograr sus propósitos separatistas . Pero Von der Leyden ve claro que esta ideología es una fuerza de división. No ho oblidem

Dolça i dividida Europa…

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