Y no, el pobre trilero del carrer Tuset, Artur Mas, ni las huele.

Decía Mas que Trump significaba que lo imposible puede hacerse realidad. Lo aplicaba al prusés, con la pequeña diferencia de que Trump ha respetado las reglas de juego y las leyes, y el prusés intenta saltárselas. Pero a lo mejor acierta y la victoria de Trump sí nos enseña algo: que lo que puede parecer imposible, como es acabar con el nacionalismo, se puede hacer realidad.

Ahora que ya han pasado algunos días del shock que supuso la victoria de Trump, y aunque persisten serias dudas e incertidumbres, podemos ya intentar entender algo de lo que ocurrió y analizar en qué medida, se puede extrapolar a la situación catalana:

1. No se fíen de las encuestas: no funcionan, no aciertan, están siempre sesgadas a favor de los que controlan el cotarro. Pasó con el Brexit, pasó en Colombia, ha vuelto a pasar en Estados Unidos. También pasa en Cataluña. Cuando el CEO (Centre d’estudis d’Opinió) de la Generalitat dice que un 41% de los catalanes quiere que Cataluña se separe de España tiene la misma credibilidad que los que decían, con cara seria, que Hillary Clinton tenía un 95,7% de probabilidades de ser presidenta de los Estados Unidos. Sencillamente, no son verdad. La probabilidad de secesión de Cataluña es la misma que la probabilidad de que los Clinton vuelvan a la Casa Blanca.
2. Las élites están desconectadas de la gente: Hillary repetía sin cesar el discurso de las élites, de las que forma parte, totalmente desconectada de las verdaderas preocupaciones de los que ella calificó como «deplorables». Evidentemente intentaba disimular, presentándose como cabeza de un movimiento popular, pero al final la cosa no coló. Es lo mismo que ocurre en Cataluña: unas élites prusesistas que sólo piensan en su propia supervivencia intentan colarnos que el prusés nace de la base y va hacia arriba. Pero tampoco cuela. Y cada vez cuesta más engañar a los «deplorables». Ah, y una advertencia también para los nuestros: es muy fácil desconectar de la gente y creerse que la realidad son las entrevistas en diarios, las conferencias en foros patrocinados por bancos y las recepciones en saraos de alto copete. Quien deja de pisar la calle tiene los días contados.
3. La democracia no son sólo las elecciones: a pesar del pánico de muchos, los próximos meses y años veremos que, si bien Trump va a dejar su impronta en el curso de los Estados Unidos, no vamos a asistir a un cambio de régimen como el acaecido, por ejemplo, durante la revolución bolchevique. Los Estados Unidos son una antigua y poderosa democracia y por eso tienen mecanismos para evitar que los políticos hagan lo que les viene en gana. Estados Unidos no es Berga. Allí hay leyes, jueces, parlamentos en cada estado, gobernadores,… que limitan la voluntad del presidente. Son los famosos checks and balances que volverán a funcionar. Porque la democracia no consiste en votar cada cierto tiempo, sino en una serie de reglas e instituciones que frenan la tendencia natural al despotismo de los políticos. Vamos, lo contrario de la República Bananera de Catadisney que nos quieren imponer los separatas.

Y una última lección festiva: no se fíen de Iceta. Nunca acierta.

Dolça i reflexiva Catalunya…

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