Hace mucho tiempo, en una Vanguardia muy lejana…

¿Me darás la subven, Puigdemont?

El 26 de julio de 1938 el periódico La Vanguardia, que en aquellos momentos estaba controlado por Negrín, publicó un enérgico editorial en el cual se oponía al nacionalismo y, más en concreto, a la política llevada a cabo por ERC.

También entonces los dirigentes de Cataluña pensaban que todo el campo era orégano y que tenían patente de corso para imponer el nacionalismo. La línea editoriales muy actual:

“De algún tiempo a esta parte, se viene observando un inesperado desentumecimiento de la dialéctica catalanista. El fenómeno cobra sonoridad porque ninguna otra dialéctica se siente llamada a contradecirlo. Y justamente la falta de respuesta nos obliga a recomendar cordura, en mérito de Cataluña, cuyos portavoces, como si obedecieran a una consigna, parecen olvidar que la mayor parte de esa dialéctica es anterior al Estatuto de Autonomía y, por lo tanto, anacrónica. Cataluña como los demás pueblos de España, padece ahora una conmoción vital, una guerra a muerte que licencia de momento todas las ideas, menos una: la de vencer. A nuestro juicio, se incurre en un error psicológico al retrotraer desde un campo pasional, por fortuna lejano, principios que ya han prosperado constitucionalmente. ¿Qué ocurre? Sin duda, razones de política interior catalana aconsejan que paladinamente sea orientada la opinión pública hacia una restauración del llamado “problema catalán”. Pero esas razones, de partidos o de clan intelectual, cuya oportunidad discutimos, suscitan al margen de la realidad catalana, que no ve la urgencia al propósito. ¿No se ha pensado que a fuerza de dibujar nuestro “diferencialismo”, se origina, con arreglo a la ley de la reacción, el diferencialismo de los demás?

No es buena manera de servir los fines de la guerra la de animar, a espaldas de los combatientes, una política nacionalista. Hay que cuidar de no enfrentar conceptos sensibles. (…) Y en el discurso que el doctor Negrín pronunció el 18 de junio, en Madrid, dijo: “Luchamos por que, sin menoscabo de la unidad española, se respete la personalidad de los pueblos que integran España. Unidad hacia fuera; diversidad en el interior».

Esta es la actitud oficial. Nos consta –por haberlo comprobado– que esta es también la actitud mental. Es, pues, inhábil reproducir las antinomias, en vez de las afinidades; apelar a la etnología, en vez de al alma libre y universal. (…) Cataluña libre no es, no puede ser, otra cosa que España libre. (…) Cataluña, cultura, “seny”, acción histórica, no es, no puede ser otra cosa que porción de la hispanidad. (…) Otra política sería desasosegar inútilmente el celtiberismo. En fin, una cita y cerramos la advertencia, cordial, honrada, fraternal, sin consecuencias polémicas, a que nos negamos desde este instante: A la hermosa Cataluña, con respecto a la magna España, se le puede aplicar aquel pensamiento de Espinosa que dice que el hombre no está en la naturaleza como un imperio dentro de un imperio, sino como una parte en el todo”.

Què dirà el seu editorial demà, sr Conde?

Dolça i desvanguardada Catalunya…

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