Los flamencos demuestran su sensatez y pasan página de una alucinación que sólo les perjudica.
Sorprende la poca atención que se le ha dado a la renuncia de los nacionalistas flamencos a todo intento secesionista. Aquí ya lo explicamos, pero la prensa catalana (y en consecuencia subvencionada) no quiere darle mucho bombo. Ha tenido que ser El País el que ponga los puntos sobre las íes.
No es que se hayan vuelto de repente entusiastas de Bélgica, pero al menos han demostrado que conservan un mínimo de sensatez. Ante la evidencia de que la secesión les dejaría fuera de Europa, en vez de negar la realidad como los separatistas catalanes, han optado por abandonar el proyecto secesionista.
Como decíamos, El País lo explica con claridad:
«La renuncia del N-Va, principal partido nacionalista flamenco, al objetivo de la independencia de Flandes es una noticia de primera magnitud. A partir de ahora, abraza el confederalismo y deja al extremismo más xenófobo y autoritario el monopolio del separatismo.
Los razonamientos del nacionalismo mayoritario flamenco vienen a dar respuesta adecuada a dos fenómenos muy arraigados. Uno —que esa región comparte muy profundamente con Escocia y con Cataluña— es el anclaje del europeísmo. No es una afección meramente sentimental, sino el hecho de que la perspectiva europea ejerce un atracción abrumadora en las regiones más dinámicas del continente, incluso a pesar de que la Unión no atraviesa su mejor momento. El otro es que la progresiva evolución de la descentralización belga y la flexibilidad de su federalismo convierten a su Estado (por otra parte imperfecto, como tantos) en un espacio político inclusivo e incluyente, aunque a veces eso se exprese de forma sorprendente, curiosa o disfuncional.
La evolución del nacionalismo flamenco es concomitante con la renuncia en la práctica de la Lega Lombarda a la independencia que declaró en 1996 (y que solo cosechó el ridículo) y al desistimiento en Canadá del Partido Quebequés, desde las elecciones de 2012, a convocar un tercer referéndum de independencia, tras las dos derrotas cosechadas en 1980 y 1995.»
Parece que los únicos que siguen empeñados en hacer el ridículo e hipotecar el futuro de Cataluña son los políticos separatistas, viajando irresponsable a lomos de una locomotora que hace mucho que ya no controlan.
Categories: En el Butifarrèndum, Huid del nacionalismo
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