El nacionalismo parasita al cristianismo para lograr su fines.
Mientras la Conferencia Episcopal desaprueba moralmente el independentismo con matizadas y delicadas expresiones, los últimos kumbayás empiezan a quemar sus naves. O mejor dicho, han decidido embarcarse en el viaje independentista.
Lo hacen con todas sus fuerzas, ya muy viejas y escasas. El canoso grupo progresista Església Plural ha pedido a los obispos catalanes «romper las relaciones institucionales» con la Conferencia Episcopal Española.
Por otra parte, el colectivo Cristians per la independència organizó hace unos días en la Sagrada Familia un acto “de acción de gracias y de oración por Cataluña» para conseguir la «autodeterminación y la independencia de nuestro pueblo». Este «colectivo» (no dicen cuántos son) fue creado por la Assemblea Nacional de Catalunya, que impulsa el secesionismo con subvenciones de la Generalitat. Hay que recordar que uno de los principales agentes de la secularización de Cataluña desde los años 60 fue Cristians pel Socialisme. El proyecto sigue siendo el mismo: subordinar el cristianismo a la ideología, en este caso nacionalista.
En este aluvión de alegatos a favor del separatismo no podía faltar el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, que parece querer tomar el liderazgo moral del separatismo y erigirse en el referente religioso de una Cataluña independiente. Dice Soler que «el abad de Montserrat comparte esta doctrina que puede llevar a preguntar a la gente qué es lo que desea», incluida la independencia, que apoyaría si se votase en el referéndum ilegal. No se conoce que el abad Soler apoye la doctrina de la independencia de Santa Coloma, o que pida el «dret a decidir» la elección de escuela o la carga impositiva; tampoco se conocen sus opiniones sobre la oposición de Juan Pablo II al independentismo lombardo, el espanyaensroba, o el simposio «Espanya contra Catalunya».
El cristianismo nacionalista es ya muy escaso en Cataluña. Lo que queda es nacionalismo cristiano, convertido en tonto de cuota del catalanismo.
De momento, el resultado de 35 años de nacionalismo ambiental es la desertización espiritual de Cataluña. El último dato conocido es sobrecogedor: sólo el 20% de las bodas en Cataluña es católica.
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Por suerte, aún no tenemos a un Uriarte aquí.!