Algunos secretos de Pompeu Fabra.

La lengua como instrumento del nacionalismo.

Pompeu fabra

Prat de la Riba, uno de los fundadores del nacionalismo, consideraba «monstruosa coexistència de dues cultures« que en Cataluña se hablasen dos lenguas. Y es que para el nacionalismo -que es un reduccionismo- hay una ecuación fundamental: nación = lengua. Historia, arte, tradiciones, costumbres, religión, leyes… son accidentales. «El ADN de Cataluña es el catalán», repetía Pasqual Maragall imitando a Jordi Pujol. En qué poca cosa nos quieren convertir.

¿Quién es el icono nacionalista de la lengua catalana? Todavía carecemos de una biografía seria de Pompeu Fabra, el reorganizador de la lengua catalana moderna. Nada extraño, pues el nacionalismo se alimenta de imaginarios.

Por ejemplo, se oculta que «Pompeu” Fabra solamente firmó como tal al final de sus días; el padre del catalán moderno siempre se hizo llamar Pompeyo y no Pompeu.

También se oculta que tuvo una relación muy estrecha con Sabino Arana. Amistad poco recomendable, pues para lograr la extensión del vascuence el vizcaíno recomendaba lo siguiente: «Si algún español que estuviese, por ejemplo, ahogándose en la ría, pidiese socorro, contéstale: NIk eztakit erderaz», que significa «no hablo castellano». Pues bien, en 1902 don Pompeyo ganó una cátedra de química en la Escuela de Ingenieros de Bilbao y se trasladó al País Vasco, donde al parecer su patrioterismo nacionalista se contagió de las locuras de Sabino Arana.

La nacionalitat catalana - Prat - catala

Fabra, mero aficionado lingüista, se hizo con el control moral de L’Avenç, una revista juvenil de notable importancia en la época. Consiguió que la revista se hiciera eco de sus tesis de «normalizar» la lengua catalana. Josep Pla, uno de los mejores escritores en catalán, conocía perfectamente a Fabra. El ampurdanés contaba sin tapujos que Fabra no sabía demasiada filología. Y es que sus motivaciones lingüísticas de fondo eran raciales y coincidían con las de Prat de la Riba: la raza sólo se culminaría cuando existiera una gramática.

Historiadores como Carreras Candi se encargaron de denunciar  que la aprobación de la gramática de Fabra era “la victoria de los gramáticos sobre la ortografía tradicional”, además de calificar tal acontecimiento de “periodo luctuoso y triste de nuestra historia literaria”.

Una muestra más de cómo el nacionalismo, en un movimiento total, trata de ideologizarlo todo.

dolca



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