El último sábado de mayo, como cada año.
Se acaba mayo con la Virgen de Fátima por las calles del barrio antiguo de Barcelona. Jóvenes, maduros y viejos rezando por las callejuelas -per cert, molt brutes- del centro de la ciudad. Un acte popular i senzill.
La misa posterior en la basílica de la Merced, de gom a gom.
Buena forma de acabar el mes de mayo.
Dolça i mariana Catalunya…
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Me sorprende que todavía haya público (cristiano católico, se entiende) para asistir a una procesión. Con tantos ateos y tantos negacionistas del jamón ibérico por metro cuadrado.
Se acabó el mes de mayo. Pero la Virgen María siempre está en nuestros corazones.
Como dirían los altivos parisinos:
«Fluctuat nec mergitur»
Un rayo de luz en un mundo muy oscuro, gran apunte lo de las calles sucias del barrio, lo llevó escuchando desde 1977, me preguntó si alguna vez estuvieron limpias, Los de los graffitis en persianas, trenes y paredes si yo mandara les tendría reservado un destino muy especial.
Una pena que a una ciudad tan antigua no se le tenga el respeto y consideración que merece.
Barcelona no es el ensanche; o por lo menos no toda Barcelona.
Barcelona es ante todo la ciudad vieja, que sigue viva.
¿No merece un plan de recuperación integral?
Aunque solo sea para los turistas, que son los que realmente aprecian estas cosas viejas y nobles.
Sí; las buenas costumbres no deben perderse nunca.
Me ha venido a la cabeza lo que decía el Papa Benedicto XVI sobre las «minorías creativas».
Los participantes a la procesión y la misa, aunque no lo sepan, forman parte de esa minoría destinada a cambiar la sociedad, a cambiar el mundo.
Se trata pues que no desfallezcan, que perseveren, que no se rindan…que asistan con INTENCIÓN.
¿No decía Juan Pablo II «no tengáis miedo»?
La fortuna ayuda a los audaces.