La Cataluña desjuiciada viene de lejos.

La figura entresecular de Pompeyo Gener ha pasado al recuerdo como la de un pobre desvariado que se dedicó a frasear cosas como que «els catalans coneixem que som aris europeus i que com a homes valem més (…) Catalunya està formada per races superiors a Castella». Els catalans contemporanis no sabien si feia broma o era real. Josep Pla le recuerda en Història de la revista ‘Joventut’ siempre bañado en perfume y afeites, obsesionado con Paris, calcador de lo francés sin ninguna originalidad:

«La seva pseudo-filosofia és literalment una gasòfia impresentable (…) Todo está copiado de los escritos más infectos producidos en el París coetáneo o poco antes (…) Prácticamente vivió toda la vida sin hacer nada, copiando siempre (…) Vivió como él pensaba que debían vivir los genios: sense aixecar una palla de terra. Ho tingué sempre tot pagat (…) Tingué la vivor del murri ensenyorit. Ara: aquesta classe de paràsits sempre visqueren en societats com la nostra. (…) Era un hombre alto, inflado, gordo, de cara fofa y rosada, la cara llena de potingues, el pelo pintado de negro (…) Todo era exterior, irrisorio, inventado, de un grotesco indescriptible. (…) Para él la gratitud, el amor al prójimo, no existió jamás (…) Fue un cobarde indescriptible».

En Pompeu vivia en la misèria, en un cuarto llogat a la Fonda Catalunya, on també hi dormien les quadrilles de toreros. Era tan cochino que bajo su cama se amontonaban las cáscaras de huevos y llevaba siempre las uñas listas de mugriento ribete negro. Pero al parecer su humor era notable.

Cuanta Pla en su irrepetible Un señor de Barcelona este episodio tan estimulante:

«En el Ateneo dio una vez una conferencia sobre la evolución del sable a través de los tiempos. Pidió al coleccionista Estruch, que fue gran amigo suyo, que colocara detrás de la mesa presidencial de la docta corporación unas panoplias para  que las armas contenidas en ellas pudieran ser utilizadas, como ejemplos prácticos, en el curso de la peroración.

Relató que, encontrándose en Palestina y paseándose concretamente por un oasis, descubrió debajo de unas piedras un alfanje que le pareció de la época de la expedición de los catalanes a Oriente.

–¡Esto es catalán! -se dijo Gener estupefacto ante el hallazgo.

Limpiado el alfanje y quitado el moho que lo cubría apareció sobre el hierro una inscripción que le sacó de toda duda. La inscripción decía: ‘Fot-li, fot-li, fot-li!’

-‘¡Era un alfanje de almogávar auténtico!’- dijo el orador muy serio mientras el edificio del Ateneo parecía venirse abajo por las carcajadas y el alborozo de las gentes».

Sembla que les parides històriques monomaniàtiques del Mestre Cucurull tenen un precedent força divertit, aunque los catalanes de la época se tomaban a Peyo a feria, y hoy a Cucu lo veneran. Es que hasta se parecen físicamente, escolti.

Dolça i inventada Catalunya…

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