Pillan a Aribau, supuesto iniciador del catalanismo, celebrando la reincorporación de Santo Domingo a España

Escolti, Generalitat, per què això no ho ensenyeu a les vostres madrasses?

El 18 de marzo de 1861 el dominicano Pedro Santana había proclamado la anexión voluntaria de Santo Domingo a España, acabando con un «¡Viva Doña Isabel II! ¡Viva la libertad!  ¡Viva la religión! ¡Viva el pueblo dominicano! ¡Viva la nación española!». Cuentan las crónicas que «todo el pueblo solemnizaba su unión a España, y para cuando pasase la Cuaresma se preparaban grandes fiestas y diversiones».

Bonaventura Aribau vivia a Madrid, parlava espanyol a casa seva i dirigia la Biblioteca de Autores Españoles. En 1833 le escribió una poesía en catalán a su jefe, el banquero remisa, titulada Oda al Patró; después le cambiaron el nombre por Oda a la Pàtria, y desde entonces el catalanismo la considera la obra que da inicio a la Renaixença, la semilla cultural del nacionalismo.

Lo cierto es que Aribau estaba encantado de ser español y no sabía lo que era el nacionalismo catalán. Era colaborador habitual de La América, una revista liberal publicada en Madrid y dedicada a la «crónica hispanoamericana». Muchos años después de la Oda al Patró -que pasó sin pena ni gloria- en el número del 24 de abril de 1861, Aribau comentaba así los sucesos caribeños:

«La inesperada demostración ocurrida en Santo Domingo en 18 del pasado ha debido sorprendernos (…) los dominicanos, aunque han logrado contener en sus fronteras a sus vecinos de la misma isla, que quisieron apoderarse de su territorio [Haití], no se consideran bastante asegurados de nuevas irrupciones, y necesitan una protección permanente que tenga a raya a sus rivales; que desconfían de las interesadas aspiraciones de los Estados Unidos, codiciosos de ocupar otra parte a lo menos de sus costas; que han tenido lugar de convencerse de cuán poco les ha aprovechado una independencia comprada con tantos horrores y guerras civiles; que han estado viendo enfrente de sí a las repúblicas del Continente [americano] destrozarse en vano, sin poder fundar un gobierno sólido y regular, al paso que a su lado islas importantes [Cuba y Puerto Rico, todavía españolas], sin romper sus antiguos lazos, han prosperado y prosperan de un modo maravilloso a pesar de todas las contrariedades. (…)

Al pedir los dominicanos su anexión a España, el fin que se proponen es mejorar su suerte, y en los términos con que se expresan no pueden significar más que el intento de gozar de las mismas ventajas que sus vecinos los cubanos, los puertorriqueños y demás súbditos españoles en las provincias de Ultramar (…)

Bajo la hipótesis de que se consumase al fin la importante agregación que la suerte nos pone en las manos (…) con solo su magnífica posición, dando una mano a la isla de Cuba y otra a la de Puerto Rico, formando con ellas una larga valla toda española que acaba de cerrar el golfo de Méjico y la bahía de Honduras (…) está llamada a ser un gran emporio de comercio. Esto no es adquirir una isla; es completar un gran sistema. (…)

Nuestros intereses en el nuevo mundo van creciendo y extendiéndose de manera que ya no pueden ser mirados con la indiferencia que hasta aquí».

O sigui, que en Bonaventura estava encantat de que l’Amèrica emancipada tornés a ésser espanyola, y se mostraba feliz del engrandecimiento de España. No solo eso, sino que lamentaba que a Cuba y Puerto Rico no se las tratara como a españolas y se les diese una relación diferencial:

«Las antiguas colonias de Ultramar han venido a ser partes integrantes de la monarquía. Ninguno de sus habitantes deja de ser español. Solo el ejercicio de sus derechos políticos está suspenso (…) pues las leyes especiales que se anuncian en la Constitución no están promulgadas (…) las posesiones españolas de Ultramar, en sus relaciones con la Península, no son tratadas como de la misma nación. La codicia fiscal carga sus producciones con derechos de importación, con leves rebajas en determinados artículos; las procedencias de sus depósitos, que podrían ser tan importantes, están sujetas a derechos diferenciales, aun viniendo bajo bandera española. (…) Mientras el comercio de España con sus posesiones ultramarinas no se reduzca a las condiciones que rigen para el cabotage, no habrá verdadera unidad nacional en lo que más interesa».

Doncs ja ho veu: el suposat fundador del catalanisme reivindicant la plena «unitat nacional» amb Cuba i Puerto Rico, i festejant la reincorporació a Espanya de Santo Domingo.

Algo nos han explicado mal en el colegio y en TV3.

Dolça i espanyola Catalunya…



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3 comentarios

  1. Hay mucho tonto suelto. Aribau no era nacionalista. Al igual que otros de su época fueron españoles de la antigua provincia de Cataluña. Eso no quiere decir que fueran nacionalistas. Se ha confudido su alusión de entrar como catalanes para salir españoles… su alusión a los juegos florales en catalán como señal de recuperación nacional… no, es todo una imensa broma… pero bueno… hay mucho dinero en juego…

  2. Juan Sánchez Galera, escritor del libro «El último caballero: la vida del Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el español que descubrió la mitad de EEUU»

  3. A finales del siglo XIX y principios del XX, había algún catalán, la verdad que muy pocos, que a título personal de una manera muy particular, podía tener bailando por su caletre una ligera idea de un posible separratismo catalán. Fue más adelante cuando tras bregar con un catalanismo siempre salpicado con los conceptos federalistas, que el asunto acabó con un desquicio mental en el mundo de la política, que protagonizó el ex militar español don Francesc Macià, que fue el que instauró de una manera oficial el independentismo de Cataluña. La creación del partido político Esquerra Republicana de Cataluña portó consigo cambiar el catalanismo por nacionalismo catalán, jugando con la posibilidad de implantar un federalismo. La broma del señor Macià costó muchos disgustos, fracasos ideológicos y sangre, hasta que Franco lo cortó por lo sano, y después aprovechando la transición española, el partido Esquerra Republicana de Cataluña volvió a poner en marcha el separratismo que fue un fracaso en sus inicios, dejando a un lado los conceptos federalistas, para auparse en el acompañamiento de la hipócrita y falsa izquierda española, que ofrecía mayores garantías de poderse lanzar a proyectos estrafalarios ambiciosos, que bajo una premisa totalitaria acompañan bien para engañar al pueblo y tener bien cuidados a sus dirigentes.

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