Estem cansats d’aquests equidistants que posen al metix nivell agressors i víctimes.

Ricardo Dudda escribe en Letras Libres sobre la enésima declaración buenista y miope que insiste en las supuestas soluciones de hace 30 años, como si desde entonces no hubiera ocurrido nada, como si el nacionalismo no se hubiese quitado la careta y echado al monte, destruyendo Cataluña y negando incluso la condición de catalanes a todos los que no nos apuntamos a sus chaladuras.

En su «Plataforma de afectados por los manifiestos a favor del diálogo en Cataluña«, Dudda disecciona todas las falacias, mentiras y silencios sobre los que se ha edificado el último de estos manifiestos:

Ocultan la responsabilidad del nacionalismo:

«El tono es explícitamente impersonal, en un equilibrismo digno de elogio. “Se han producido altercados” tras la sentencia. “Se ha visto alterado considerablemente el funcionamiento normal de la sociedad civil, con especial incidencia en la comunidad educativa”. Pero el “funcionamiento normal de la sociedad civil” no “se ha visto alterado”, lo ha alterado durante años el independentismo, que ha cooptado y fagocitado cualquier iniciativa ciudadana y ha roto completamente la convivencia.

Para los firmantes, el “conflicto” (el uso de las comillas es suyo; es sorprendente que todavía se afirme que el conflicto es entre España y Cataluña y no entre catalanes) no fue alentado, instigado y completamente promovido por el independentismo; el “conflicto” surgió por combustión espontánea.»

Ocultan el apoyo nacionalista a la violencia:

«El gobierno catalán al completo ha apoyado las protestas y ha criticado con timidez la violencia. El presidente Quim Torra ha participado en los cortes de carreteras, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, afirmó que las imágenes de violencia ayudaban a la causa independentista en el extranjero. Los firmantes del manifiesto prefieren repartir las culpas. “No podemos quedarnos de brazos cruzados con indiferencia ante lo que está sucediendo en Cataluña”, escriben. Pero su actitud de mediadores fomenta precisamente la indiferencia, porque promueve la idea de un conflicto abstracto que se resolverá con vaguedades como la “negociación” o el “diálogo” (conceptos en los que nunca se profundiza).»

Ocultan sobre qué se debe negociar:

«los firmantes afirman que “aún no ha sido atendida” la petición del gobierno catalán de establecer una “negociación con el gobierno español a fin de abordar el ‘conflicto’”. De nuevo, la negociación como mantra sin indagar en su contexto y contenido: ¿qué ha de negociarse con alguien que acude a una manifestación en una autopista cortada al tráfico por encapuchados quemando neumáticos? El independentismo insiste en su clásica disonancia: hay que doblegar al Estado fascista que no quiere sentarse a negociar tranquilamente y sin condiciones con nosotros.»

Ocultan la diferencia entre quienes respetan la ley y quienes la violan:

«El manifiesto pide que “todos los actores implicados en el conflicto, de un lado y del otro” desescalen la tensión social. Esta vez el conflicto no tiene comillas. Tampoco la tensión social. Los dos lados, de nuevo, con responsabilidades simétricas: los camioneros que no pueden ir a trabajar por los cortes de carretera y los que cortan las carreteras con alambradas, los que construyen barricadas y luego las queman y los que limpian los destrozos la mañana siguiente. La dicotomía es esa, no entre Cataluña y el Estado español.»

Ocultan que lo que llaman «judicialización» es proteger a los débiles ante los desmanes de los poderosos que se creen por encima de la ley:

«También exigen que se abandone la “estrategia de judicializar un conflicto de clara naturaleza política”. Es un clásico del independentismo y sus compañeros de viaje. Asume que la respuesta judicial a un delito forma parte de una “estrategia”. Parece que todo es política menos el Estado de derecho. Y, finalmente, piden que las negociaciones se lleven a cabo “con buena fe” y se busque “una solución razonable que pueda satisfacer mínimamente los intereses de cada una de las partes”, algo que puede decir cualquiera sin necesidad de ser catedrático de una universidad.»

Y acaba Dudda con un error. Afirma que «El manifiesto sorprende no por su originalidad sino por su impertinencia: en 2019 el procés está en su fase explícitamente autoritaria pero hay quienes todavía pretenden negociar con el independentismo como si la discrepancia fuera en cuestión fiscal o de financiación, como si estuviéramos en 2010, como si el problema del independentismo fuera simplemente el “encaje territorial” y no el incumplimiento continuado de las leyes democráticas.»

No, Ricardo, no es como si estuviéramos en 2010, hablan como si estuviéramos a mediados de los 80. Son muy rancios y la realidad ha pasado por encima de estos dialoguistas que, a lo máximo que pueden aspirar, es a hacerse los simpáticos a los nacionalistas lazis y optar por alguna invitación, bien pagada, a la cadena de odio TV3%.

Dolça i cansada de bajanades Catalunya…

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