Al nacionalismo no le gusta la historia de Cataluña: se prefiere a sí mismo.

El nacionalismo es una ideología del siglo XIX que algunos ideólogos catalanes nos importaron a fines de ese siglo. Aquesta ideologia no sorgí del poble i del tarannà català, sinó dels magins d’ideòlegs acèdics com en Prat de la Riba o Almirall, quien confesaba que «el Renacimiento [la renaixença catalana], pues, es hijo legítimo y natural de las ideas modernas». O sea, del idealismo alemán y el jacobinismo francés.

Sabemos también que el nacionalismo falsea la realidad para introducirla en las estrecheces de su ideología, i això ho fa sobretot amb el passat. Por ejemplo, el grotesco y cucurullesco Institut Nova Història acaba de descubrir que la invasión napoleónica «formaba parte de una estrategia política catalana». O sigui, que els catalans anaven amb els francesos contra els aspanyols. Recuerde que racisTorra escribió que «Nosotros todavía hacemos homenajes al Tambor del Bruch, que más habría valido que se hubiera guardado el tambor en un sitio que ahora tampoco es el momento de mencionar». No, al nacionalismo no le gusta la historia de Cataluña; se prefiere a sí mismo.

¿Cuál era el sentir de los catalanes respecto de la invasión napoleónica? El redactor de la Gazeta de Vich, el jativense Nicolás Pérez, dio a la imprenta en 1808 una descripción de las Batallas que los catalanes han ganado a los franceses. S’acabava de guanyar el Bruch, i així explica Pérez la batalla del 6 de juny del 1808:

«Manresa levanta en medio de la plaza el estandarte de la subordinación a Fernando VII, cuando oyó que en sus oídos resonaba el nombre de Murat (…) se irrita qual león furioso y abre sus garras para despedazar con inhumanidad (…). Quema en su plaza el papel con el sello: ‘Valga por el gobierno del Lugarteniente del Reyno’, y levanta la voz exclamando: ‘Manresanos, al arma, à la victoria. Hijos, sobre estos muros tremolaréis la bandera de la fidelidad al dulce renuevo de nuestros legítimos Monarcas, al Joven héroe que desprecia las coronas de Nápoles y Etruria, solo por vivir entre vosotros (…)’.

¿Queréis poneros grillos à vuestros pies? (…) ¿Que una requisición violenta é injusta arranque de nuestro seno à los hijos más caros, y que pasando los Pireneos les lleven à climas remotos, ó les cambien con el frío Sueco, el mísero Polaco, el Suizo desgraciado, y el abatido Francés, que vienen a conquistar este pais (…)?

Se emboscan los manresanos y ocultan entre las matas, entre los árboles, entre las peñas, y oyendo la voz sonora de algunos Sacerdotes que, levantando su diestra valerosa, les animan à morir por la Religión, por la patria, por Fernando VII, empieza el estallido del cañón (…)

¡Qué destrozo buen Dios! ¡Qué victoria! ¡O Manresa! ¡Tú venciste á los franceses! (…) ¡O nombre! ¡Bruch! Hasta ahora desconocido, solo has sido un pueblo sin fama, pero en adelante uno de los célebres del campo catalán! (…)

Pero ¿quién le bate y le derrota? Unos somatenes. ¿Quién los llena de pavor? Unos pocos soldados de Guardias Españoles y Artilleros, que desamparan sus cuerpos que están en Barcelona». 

Pérez cuenta también la Batalla segunda del Bruch y Casa-Masana, librada el 14 de junio de 1808 cuando los franceses de Lechi buscaban desquite:

«En el Bruc está el baluarte, los muros y torreones, donde se ha estrellado por la primera vez el furor de esos engreídos republicanos (…) Segunda expedición contra Manresa: redúzcase à ceniza (…) ‘Guerreamos con los Españoles. (…) Contra Españoles, es verdad; pero son cobardes, inexpertos, indisciplinados. Un Francés vale por diez Somatenes. (…)

Venció nuestro Exército, venció Manresa. (…) Qué victoria para Cataluña! Qué afrenta para la Francia! La primera vez que el exército de Napoleón ha sido batido, es en el Bruc, y segunda vez batido en Casa-Masana. (…) Diga Lechi si los Españoles son cobardes y necios (…) ¿Dirá ahora Lechi que un Francés vale por diez Somatenes? ¿No son estos raza y gloriosa progenie de los Conquistadores (…)?  (…)

Caminante, para aquí,
que el Francés aquí paró:
el que por todo pasó,
no pudo pasar por aquí».

El nacionalismo que adultera nuestra historia y quiere que olvidemos nuestra manera de ser para hacernos suecos o franceses no es la quintaesencia de lo catalán. Es más bien lo contrario. Superem-ho abans no ens faci «suizos desgraciados».

Dolça i gloriosa Catalunya…

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