Els intel.lectuals progressistes segueixen als anys 80 amb el tema nacionalista.

Marta Alós, pez gordo de CDC, escribió en 2014 que los catalanes libres de nacionalismo éramos «enemigos implacables de Cataluña». Carme Forcadell chillaba que «el nostre adversari és l’Estat espanyol». Artur Mas afirmaba que «luchamos contra el Estado español». I cada dia trobem declaracions als mitjans del Règim on la majoria dels catalans i tota la resta d’espanyols són titllats de «bèsties amb forma humana» i coses similars. De eso habla Javier Marías en su artículo de El País Los enemigos que no lo son:

«Hace algo de tiempo, Puigdemont, Torra o uno de los suyos, tanto da, expresó con claridad este sentimiento, con estas o parecidas palabras: “El Estado español es el enemigo”. (Y puede que dijera “España” en esta ocasión.) (…)

Pese al momentáneo escándalo, tengo la impresión de que casi nadie se tomó en serio la declaración, o —mejor— no se la tomó al pie de la letra. A estas alturas, sin embargo, no cabe duda de que se quiso decir lo que se dijo. Los independentistas tratan no sólo a España, sino a la parte mayor de Cataluña que no comulga con ellos, como a enemigos. Cuando hay una guerra, para los combatientes todo vale. Se dejan de lado las reglas, las leyes, la verdad, los miramientos; la palabra que se da a ese enemigo carece de valor y el que la da no se siente vinculado a ella; es más, considera su deber patriótico engañar por cualquier medio, tender trampas, utilizar argucias, falsear los hechos, negar lo evidente con desfachatez, incumplir los pactos acordados, ser sibilino y taimado, asegurar que ofrece diálogo e ir a parlamentar con un puñal oculto, aprovecharse de la ingenuidad ajena para sacar ventaja y herir mejor. Todo está permitido: la mentira constante, el infundio, la amenaza, el chantaje, la calumnia, la fabricación de pruebas falsas, la absoluta manipulación.

Cuanto he enumerado lleva dándose ya mucho tiempo en el “bando” secesionista. Orquestadas campañas de desprestigio, demonización del “Estado español”, vetos y zancadillas a políticos que no son de su cuerda, presentación del país como falsa democracia cuando no como régimen franquista, negación de la independencia de su justicia, acusaciones de “opresor”, de “castigar las ideas” y abolir la libertad de expresión, comparaciones con la Turquía totalitaria de Erdogan a la que tanto se asemeja, curiosamente, el proyecto de República Catalana concebido y parcialmente ejecutado por ese “bando”. Lo único que por fortuna falta es la guerra propiamente dicha, y espero que nunca se le ocurra a nadie iniciarla. Pero, en todo lo demás, España y más de la mitad de los catalanes son tratados como enemigos. Contra ellos todo es aceptable».

Una anàlisi formidablement encertada, estimado Javier. Veamos tu conclusión:

«Sólo cabe asumir con tristeza que, aunque alguien no sea tu enemigo, tú sí lo eres de él, y que por tanto él carecerá de escrúpulos hacia ti. Sabiéndolo, hay que dialogar o simular el diálogo, sin hacer concesiones para contentar o aplacar, y exigiendo contrapartidas inmediatas y concretas. Y esperar con paciencia a que amainen sus tormentas de acero, hasta que un día por fin escampe, por la fuerza de las urnas o por agotamiento».

Pues aquí tenemos la receta del PSC-PSOE para superar el nacionalismo, que ha sido también la de Rajoy y la de todos los gobiernos nacionales hasta hoy: no hacer nada. O millor dit: «diàleg», «concessions» (las «contrapartidas» serán por algo, oi?), i «esperar a que escampi» perquè ja es cansaran. Es lo que pasó con el Estatuto de 2006 de Zapatero, con las competencias infinitas, con las continuas cesiones… i ja hem vist com està acabant. ¿Es que no hemos aprendido nada, Javier?

Así que nada de dedicar recursos y medios a combatir el nacionalismo, la ideología más letal del siglo XX. Se trata de «esperar a que escampe», y ya está, porque estas cosas se van solas de repente.

Es curioso que recomiende esto Javier Marías, que fa 1 any va escriure un article titulat «Nazística» explicant que el nacionalisme català recordava el nazisme. A nosaltres ens sembla que demanar pasividad frente a la «nazísitica» no només és neci sinó immoral i hipòcrita. Necio, porque desconoce que el objetivo final e irrenunciable de todo nacionalismo es la secesión; inmoral, porque exige a la mayoría de catalanes que renuncien a sus derechos y libertades; hipócrita, porque es muy fácil decirlo tumbado en el sofá de Madrid.

Mira Javier, tu corazón tan blanco no parece de paz, sino de horchata, harina y cal. Muchos nos hemos hartado de «esperar con paciencia a que amaine».  Más que nada porque creemos que es deber de las buenas personas enfrentarse con decisión a las ideologías que amenazan nuestra convivencia antes de que la destruyan. Oita lo que et diu l’escriptora -com tu- croata Slavenka Drakulic:

«En Croacia, tras 5 años de horrorosa propaganda, la gente acabó votando a un Gobierno proguerra. Y en el otro lado, en Serbia, pasó igual… La mayor dificultad con el nacionalismo es que creemos que somos seres racionales, pero el nacionalismo es política de emociones. Política populista. Tienen que provocar emociones, y en el nacionalismo la emoción más importante es el odio. Tienes que provocar odio y para eso tienes que convencer a la gente de que los otros son un peligro para ellos. Hace falta una base psicológica para llegar a un conflicto serio que no se puede crear en una noche, de un día para otro. Hacen falta años. (…) Lo que la gente en España tiene que entender es que la guerra no pasa de hoy a mañana, hay que prepararla. Requiere preparación psicológica, tienes que asegurarle a la gente que tiene un enemigo que va a por ellos, que están en peligro y que es legítimo luchar contra ellos. Este proceso necesita tiempo, en Yugoslavia fueron cinco años por lo menos. No fue de un día para otro. (…) Nosotros en los Balcanes hemos aprendido que la historia también puede involucionar. Si aquí nadie para el nacionalismo, claro que es posible que haya aquí una guerra».

Y como no queremos una guerra, Javier, ens hem aixecat del sofà on jaus tu, i ens hem proposat superar el nacionalisme. Nosotros, Javier, vamos a parar al nacionalismo; y lo vamos a hacer ahogando su maldad en abundancia de bien, proclamando serenamente la verdad, protegiendo el espacio de todos y permaneciendo de pie cuando todos se sienten. Tú estírate en tu sofá de Madrid o Alemania y dedícate a «esperar a que escampe», como los burguesitos, mientras nosotros te hacemos el trabajo. Però sisplau, no nos recomiendes «esperar a que amaine» a quienes sufrimos cada día la degradación de la convivencia, el bienestar y la paz social.

Ya lo sabe, dolço: la pasividad sigue siendo la consigna. Seguim sols. Gràcies, Xavi, pel teu suport.

Dolça i encegada Espanya…

Categories: Tontútiles inconsútiles

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