Hubo un tiempo que que aspirábamos a algo más que ver TV3 e ir al Barça.

Bernat de Rocafort, sucesor de Roger de Flor al frente de los almogávares, cubierto con el capell de rets.

Espanya -i especialment Catalunya- no va ser sempre la samfaina burgeseta de droperia i relativisme que patim avui. En el siglo XIV Aragón se lanzó a la increíble hazaña de frenar la amenaza islámica contra la Cristiandad Oriental. A Aragón pertenecían los condados catalanes, siempre buscando llegar a lo grande desde lo pequeño, sempre cercant la  unió de lo particular per arribar a lo universal. Sus nómadas almogávares (aragoneses, catalanes, valencianos, navarros, castellanos y mozárabes) estaban acostumbrados a guardar las fronteras del reino frente a los musulmanes que todavía sometían parte de España, y se lanzaban al ataque gritando «¡Desperta ferro!» y cantando himnos a la Virgen.

I com va passar això? Tras ayudar al rey Fadrique de Sicilia, nieto de Jaime el Conquistador y hermano del rey de Aragón, los almogávares ofrecieron su ayuda al emperador de Constantinopla para enfrentarse a los turcos que codiciaban el imperio bizantino. En 1303 llegaron a Constantinopla al mando del italoalemán Roger de Flor y se adentraron en Anatolia. En 1305, tras varias victorias, 8.000 almogávares llegaron al desfiladero de la Puerta de Hierro, a los pies del monte Tauro, donde derrotaron a 10.000 caballeros y 20.000 infantes turcos. Animados por esta victoria algunos quisieron lanzarse a rescatar Jesusalén, pero los caudillos les disuadieron de una empresa tan ambiciosa con una tropa tan escasa. En apenas 3 años, los almogávares españoles habían expulsado a los turcos de Anatolia, que habían ocupado durante 3 siglos.

El valenciano Francisco de Moncada nos narra la aventura de los almogávares en su Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, en la cual participó el cronista Ramón Muntaner:

«Poco antes que llegasen a las faldas del monte Tauro, que divide la provincia de Cilicia de Armenia la menor, hicieron, alto, y trataron de que primero se reconociesen las entradas y pasos peligrosos, sospechando siempre, como sucedió, que el enemigo no les aguardase.

En tanto que esto se consultaba, nuestra cavallería que reconocía la campaña descubrió el exército enemigo que aguardaba el nuestro entre los valles de las faldas del monte. Tocóse arma en ambos exércitos, y los turcos viéndose descubiertos, y que su traza había salido vana y sin fruto, se resolvieron luego de salir a lo llano, y acometer a los nuestros que venían algo fatigados del camino, antes que pudiesen descansar ni mejorar de puesto. Había en el campo de los turcos veinte mil infantes, y diez mil cavallos, y la mayor parte de ellos eran de los que habían escapado de las rotas pasadas.

Tendióse su cavallería por el lado izquierdo, y la infantería por el derecho la vuelta del campo cristiano. Opúsose Roger con su cavallería a la del enemigo, que por la frente y costado cerró con la nuestra Rocafort con su infantería, y Marulli hizo lo mismo habiendo primero los Almogávares hecho su señal acostumbrada en los encuentros más arduos, que era dar con las puntas de las espadas y picas por el suelo, y decir despierta hierro; y fue cosa notable lo que hicieron aquel día, que antes de vencer se daban unos a otros la norabuena y se animaban con cierta confianza del buen suceso.

Monte Tauro. Fins ací vam arribar per alliberar la Cristiandat Oriental de l’islam

Travóse la batalla en puesto igual para todos con grandes y varias voces, peleando valerosamente, porque pendía la vida y la libertad de entrambas partes de la victoria de aquel día. Si los nuestros quedaran vencidos por ser poco praticos en la tierra y tener tan lexos la retirada, fuera cierta su muerte o lo que se tuviera por peor quedar cautivos en poder de aquellos bárbaros ofendidos. Los turcos tenían también igual peligro porque los naturales de aquellas provincias christianas adonde estaban, viéndolos rotos y vencidos, les acabaran sin duda, satisfaciendo en ellos una justa venganza.

En el primer encuentro, por la multitud y número infinito de los bárbaros, se corrió gran riesgo y estuvo la victoria muy dudosa, pero cobraron nuevo ánimo y vigor, porque los Capitanes repitieron segunda vez el nombre de Aragón, y desde entonces parece que esta voz infundió en los enemigos temor, y en los nuestros un esfuerzo nunca visto. Y como ya de una y otra parte se había llegado a los golpes de alfanjes y espadas en que los nuestros tenían tanta ventaja por las armas defensivas, luego se comenzó a inclinar la victoria por nuestra parte.

Los catalanes executaban en los vencidos su rigor y furia acostumbrada en las guerras contra infieles, que aquel día en los turcos todo fue desesperación, ofreciéndose a la muerte con tanta determinación y gallardía, que no se conoció en alguno de ellos muestras de quererse rendir, o fuese por estar resueltos de morir como gente de valor, o porque desesperaron de hallar en los vencedores piedad. En tanto que sus brazos pudieron herir, siempre hicieron lo que debían, y quando les fallecían, con el semblante y los ojos mostraban que el cuerpo era vencido, no el ánimo.

Los nuestros, no contentos de haberlos hecho desamparar el campo, les siguieron con el mismo rigor que pelearon en la batalla. La noche y el cansancio de matar dio fin al alcance. Estuvieron hasta la mañana con las armas en la mano. Salido el sol, descubrieron la grandeza de la victoria, grande silencio en todas aquellas campañas, teñida la tierra en sangre, por todas partes montones de hombres y cavallos muertos, que afirma Montaner que llegaron al número de seis mil cavallos y doce mil infantes, y que aquel día se hicieron tantos y tan señalados hechos en armas que apenas se pudieran ver mayores; y con encarecer esto nos refiere alguno en particular, con grande injuria y agravio de nuestros tiempos, pues tales hazañas merecieron  perpetua memoria».

N’August Ferrer Dalmau, autor de la pintura d’en Bernat de Rocafort que presideix aquesta entrada, ens explica algo interessant:

«Los catalanes siempre hemos luchado por España, en milicias, voluntariados; somos soldados aguerridos, cabezones y tozudos. Somos un pueblo pacífico pero tremendamente beligerante cuando llega el momento. No olvidemos a los almogávares y la ‘venganza catalana’. Los catalanes hemos regado con nuestra sangre los campos de batalla junto al resto de los españoles».

Pues eso. Que el record de les nostres glòries ens faci aspirar un cop més a grans coses.

Dolça i aventurera Catalunya…

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