Valentí Almirall decía que cada «raza» tenía un «lugar distinto en la escala de perfección».

Valentí Almirall está considerado el iniciador del catalanismo político. Después vino Enric Prat de la Riba, el fundador del nacionalismo, que també era hegelià como en Almirall però s’hi va abeurar més en els nacionalistes romàntics alemanys. Prat pensaba que Almirall hizo «el primer esfuerzo para llegar a la síntesis» de las doctrinas que intentaban superar «la bifurcación del alma catalana» que amaba lo español como propio, y por eso lo consideraba «precursor y coadjutor del futuro nacionalismo».

La importancia de Almirall para el nacionalismo que hoy asuela Cataluña la pusieron de manifiesto Artur Mas y Josep Lluís Carod en abril de 2004, cuando homenajearon a Almirall recordando el centenario de su muerte. Deia el diari del Conde que ambos «reclamaron el legado» de este protocatalanista.

Allí dijo Carod, entonces líder de ERC, que Almirall fue un «eslabón en la cadena de la continuidad política, entre el catalanismo más bien tibio de Pi y Maragall y el catalanismo de izquierdas desbordante de patriotismo de Francesc Macià. (…) Si en lugar de hablar de patriotismo fuera una religión, Valentí Almirall sería nuestro primer santo«.

Doncs malgrat que en Carod confunde patriotismo con nacionalismo, la cosa está muy clara: Almirall es un referente clave para la idolatría nacionalista que nos tiraniza.

I què deia aquest referent? Pues muchas cosas que escribió en Lo catalanisme, y que ya iremos explicando. Hoy destacaremos lo que leemos en el capítulo II de la parte II, titulado Tendencia científica actual, donde se profesa creyente -porque sí, escolti- en la doctrina del progreso:

«la ciencia ha llegado ya a entrever la identidad de la materia por entremedio de las innumerables variedades de forma con que se presenta, y no está lejos de poder fijar, al menos en sus caracteres generales, la filosofía de la historia, o sea la ley constante que preside la marcha de la humanidad. (…) Nuestro sistema (…) el espíritu científico que lo anima se pondrá más y más de relieve a medida que la ciencia irá avanzando camino en el descubrimiento de las leyes naturales y purificando su positivismo».

Así que Almirall pensaba que el catalanismo, basado en el particularismo, era algo científico. El iluminado pretendía «demostrar que’ls nostres punts de mira son perfectament científichs (…) Lo particularisme que defensem es perfectament científich (…) Y en efecte, lo métode científich tendeix avuy directament cap al particularisme». Como buen ideólogo hegeliano, el pobre Almirall cayó en la superstición de creer que sus teorías eran tan científicas y verdaderas como la ley de la gravedad, lo mismo que Condorcet, Comte o Marx. Y eso que no faltaba nada para que Einstein hundiera la Ciencia Absoluta.

Pero eso no es lo peor. Lo peor es ver las consecuencias de querer reducir a materia al hombre y a las sociedades:

«La varietat es regla de la naturalesa y condició necessària de la vida. Fixantnos sols en los estudis que més directament nos interessan, ó siguin los que s’ocupan del home (…) veurem que (…) se van descubrint diferencias fins en los punts en que més s’havia afirmat la uniformitat. La antropologia, per exemple, amidant las cavitats del crani y pesant y examinant la massa del cervell, nos ensenya á caracterisar y classificar las varietats y rassas, assignant á cada una d’aquestas lloch distint en la escala de la perfecció, per medi de la observació individual comparada. La etnografia y la etnologia (…) la lingüística (…) Gracias á aqueix conjunt d’observacions, sabem avuy que cada agrupació d’homens té sa personalitat propia, que per herencia se transmet de generació en generació (…) Es absurdo tot sistema que pretengui subjectar á reglas idénticas á sers y col.lectivitats que vihuen en tan distintas condicions, y’s trovan en tan diferents estats de desenrotllo y de cultura. Avuy, lo sentimentalisme extraviat que vol igualar al salvatje del cor del África ó de las islas occeánicas al home blanch refinat de las grans poblacions europeas o americanas, se presenta ja com un romanticisme esbravat y passat de moda, y lo qui pretengués portar á las societats imperfectas de la Terra del Foch ó de la Micronessia las llibertats y drets de que disfruta un nort americá ó senzillament lo més incult proletari del Estat més atrassat d’Europa, no lograria altra cosa que fer esclafir en una riallada general als que han aprés no més que’ls rudiments de la ciencia sociológica«.

Así que Almirall construyó su catalanismo protonacionalista sobre la superstición de creer que su ideología era científica, y la asentó sobre el racismo científico midecráneos. Es lo que pasa cuando le hombre se aleja de la realidad: que acaba inventando una contra el hombre. Déu meu, quina colla.

Con razón dijo Carod Rovira que «las ideas de Almirall no cabrían en la actual Constitución española».  Es que las ideas del «primer santo» del nacionalismo no caben en ninguna cabeza sensata, escolti.

Dolça i racista Catalunya…

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