Vol viure lliure de nacionalisme? Cerqui la veritat.

Aristóteles se dio cuenta de lo especial del hombre entre todos los animales: «sólo él percibe el bien y el mal, lo justo y lo injusto y todos los sentimientos del mismo orden». El bien, lo bello, lo verdadero y lo justo existen, y el hombre debe entregarse a ellos. Sobre este principio se apoyan la vida social y las leyes.

El totalitarismo consiste en arrebatar al hombre esta facultad, desquiciar el sentido de la realidad e intentar asentar la vida en común sobre lo que Orwell llamaba «locura controlada». Controlada por los más fuertes, claro, que serán los únicos encargados de determinar lo verdadero. O mejor todavía: de decirnos -prosigue Orwell en 1984– que la única verdad es que nada es verdadero:

«No habrá ya distinción entre belleza y fealdad (…) Nosotros creamos la naturaleza humana. Los hombres son infinitamente maleables».

Como el hombre no puede vivir sin verdad, los ideólogos inventan ideologías que los poderosos nos suministran como sucedáneos para entretenernos de sus desmanes. Y así nos distribuyen capitalismos, socialismos, liberalismos, anarquismos, comunismos, generismos, podemismos, democratismos o nacionalismos, idolillos todos teleñequeados por los fuertes del mundo. Pero no es esta la mayor golosina que nos reparten los poderosos, sino la ilusión de libertad e igualdad, como si éstas consistieran en obligarnos a todos a elegir entre los desperdicios del mismo vertedero.

Mas de tal modo ama el hombre la verdad, que incluso quienes aman otra cosa quisieran que esto que aman fuese la verdad. Y por amor a su ideología acaba el hombre odiando la verdad, marraneándose en sentimientos negativos de resentimiento, odio, egoísmo, soberbia, envidia o simplemente vulgaridad de corral.

En este fanganar la función de la ley y los políticos deja de ser conservar la paz y la justicia, y se traviste en hacer a la gente «buena». Por eso el poder político procura que -de la cuna a la tumba, en la salud y en la enfermedad- todas los momentos de la vida sean ocasión de aumentar la dependencia de la persona respecto del poder. Escuela, universidad, cultura, deporte, medios de comunicación, religión… todo debe intervenirse para asegurar que la gente piense como apetece al culto absoluto del relativismo que nos imponen los fuertes.

Volem superar el nacionalisme i les altres parides amb què ens bressa el poder? Volem viure lliures? Hoy la tarea de la gente sencilla es redescubrir la sencillez de la verdad. Exactamente lo que proponía Orwell:

«Había que defender lo evidente (…) Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la tierra (…) La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro«.

Doncs això: 2 i 2 són quatre, el 3% és el 3%, els catalans som espanyols i el nacionalisme és una conyàs (amb perdó).

Dolça i veritable Catalunya…

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