Pablo Iglesias lidera un encuentro de la izquierda bolivariana española en Marinaleda… y se arma.

Javier Barraycoa no para. El divulgador de la historia catalana libre de ideologías monta congresos, escribe libros de historia, impulsa cómics para jóvenes o fabula desternillantes ficciones políticas. Su último libro se llama Todos con coleta y no tiene pérdida.

Por ejemplo, el momento en que Pablo Anguila, el califa de la izquierda, recibe en una jaima a Pablo Iglesias. Vean lo que pasa:

«- ¿Eres una niñita? Ya me hubiera gustado verte en la clandestinidad. En mi época, con esa melena te hubieran matado los piojos. Esos piojos… En tiempos de Franco los piojos sí que eran piojos. Ahora tenéis esas mariconadas para acondicionar el cabello. ¡Ja! Tú en la Unión Soviética no hubieras durando un telediario. Te mandan a un gulag y te consumen como un polo de nata; o te meten por un sitio de tu cuerpo que usas casi a diario.

A Pablo Iglesias se le pusieron los ojos llorosos. No quería creer lo que estaba pasando. Se convenció de que todo era parte de una prueba para validar su liderazgo. Se sorbió los mocos que le estaban resbalando por la nariz y espero a que continuara el monólogo.

– A tu edad los grises me habían triturado las costillas, pisoteado los cataplines y dejado en pinreles en una celda durante meses. Ahí me leí El Capital y casi muero en el intento. Por aquel entonces tenía un pelo que ya le hubiera gustado al Llongueras ese meter mano. Pero mírate, ese pelillo, esa cinturilla, ese porte de pasarela pijoprogre. Hijo, si te llegan a pillar los fachas de mi época te envían al paraíso, pero no precisamente al socialista.

Pablo Iglesias seguía dudoso con respecto a lo que estaba pasando y decidió tomar la iniciativa.

– Califa, tengo un programa con una audiencia extraordinaria, desde el que estoy educando al pueblo.

– ¿Un programa político? – pareció interesado don Julio.

– No, un programa de televisión – aclaró Pablo.- Se llama «La tuerka».

– A ti sí que te hace falta una tuerca, niñita. ¿Qué haces con esa camisa blanca? Que pareces Don Limpio. La camisa, ¡roja! Roja como nuestra bandera, roja como nuestra sangre, roja como… como… las mejillas del primero que ha pasado… – dudaba el califa.

– Joan Herrera – le aclaró Pablo Iglesias.

– Ese, Juanito. El que no sabía si era independentista o no. ¿Y tú qué dices al respecto?

Pablo Iglesias sabía que en esta respuesta se lo jugaba todo. Pensó en todas las lecciones recibidas e impartidas en la Facultad de Ciencias Políticas.

– Verá maestro, yo creo que el pueblo es soberano…

– ¡Mooooooooooch, error…! – gritó Anguila, como esos presentadores de concursos de preguntas. Incluso hizo el gesto de darle a una bocina. «A éste se le ha ido la pinza», pensó Pablo Iglesias, sin gesticular su asombro.

-… error, niñita – continuó azuzando el califa-, la única soberana es la revolución. El verdadero pueblo es una manifestación de la revolución. Sin su alma, todo el pueblo es deforme y abominable –se iba encendiendo a medida que el discurso entraba en profundidades-. Hemos de combatir al pueblo que se considera soberano. Porque el pueblo… el pueblo… ¿me entiendes niñita?… puede equivocarse… suele equivocarse… ¿Por qué te crees que la mayoría de pueblos no son comunistas? Porque el pueblo soberano no da una a derechas. Mejor dicho, no da una a izquierdas. Pablito, Pablito, cuántas cosas tienes que aprender».

No se lo piensen: compren el libro y disfruten de la desmochante España de Podemos.

Dolça i barraycoesca Catalunya…

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