Evasors, mentiders, prepotents…els Pujol o les consequències del nacionalisme.

«Merda de porta, per què no t´obres? Que no entens el catalàaaaaa?»

El nacionalismo es una ideología triste, alicorta y descendente que limita a las personas y amarga la existencia. Ya confesó Prat de la Riba que al nacionalismo catalán «no el va fer l´amor, el va fer l´odi».

El nacionalismo catalán hundió a Cataluña a sus momentos más bajos durante los años treinta: el desorden de Macià, el golpe de estado de Companys, el fascismo de Estat Català, las chekas de ERC, la ruina general y la tristeza y vergüenza de todos los catalanes. Al finalizar la contienda civil, el nacionalismo estaba desprestigiado y era rechazado por la inmensa mayoría de catalanes, que habían sufrido en sus carnes las consecuencias de su ideología disparatada.

Con el paso del tiempo, utilizando hábilmente el complejo de inferioridad, el victimismo, el olvido y la manipulación histórica, Jordi Pujol intentó reactivar el nacionalismo. Mientras predicaba la decencia, el fer país y el tot per Catalunya, guardaba sus dineros en paraísos fiscales, cobraba comisiones milmillonarias que trasladaba diligentemente fuera del país y utilizaba su poder casi absoluto en beneficio propio. Tot era mentida. En Tarradellas ja ho va avisar.

Hoy vemos las consecuencias del nacionalismo en la famiglia Pujol Ferrusola. 8 de los nueve miembros de la famiglia están imputados. Al Gran Evasor ya nadie le habla. Su bruja y pitonisa particular, la vieja Adelina, le considera un tacaño y una mala persona. La tieta María y el cuñado de Pujol, ridiculizados por el engaño del Molt (des)Honorable, tuvieron que venderse bienes para pagar una deuda con Hacienda mientras el Gran Evasor miraba hacia otro lado. Doña Marta aixòesunadona Ferrusola insiste en que «no tenim ni cinc» ante el cabreo general.

Pero la mezquindad nacionalista no se limita a los dineros y se extiende -no podía ser de otra manera- a las personas. Reproduce Pilar Eyre en El Mundo lo que le cuenta «el propietario de un conocido comercio barcelonés: un día vino Oleguer, el pequeño de los Pujol, y lo atendió un dependiente colombiano que llevaba solo unos meses viviendo aquí y no hablaba catalán ¡le pegó tal bronca que el hombre, un tío de pelo en pecho, acabó llorando! Y en el libro de reclamaciones Oleguer escribió una larguísima soflama independentista».

Así es el nacionalismo: fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Oleguer, el que todo lo tuvo fácil: estudió ESADE (es cierto que su buzón de estudios aparecía roto con frecuencia, no debía caer simpático a sus compañeros), promovió en el Estadio Olímpico el «freedom for Catalonia», fue enchufado en Morgan Stanley en Londres y enseguida aprovechó las influencias y tejemanejes paternos para cerrar operaciones inmobiliarias de miles de millones de euros. Según el juez, hoy tiene millones de euros en paraísos fiscales; según él mismo, sólo «tengo un piso de 60 metros en L’Hospitalet y otro de 35 en Barcelona, parte de una finca en el Pirineo, un Toyota Rav 4 y dos motos». Su casa de Teodoro Roviralta donde sufrió un registro debe estar a nombre del perro. Pobret Oleguer.

Parece que la inquina al hispanohablante, la prepotencia y la actitud de señorito cortijero son características de la famiglia Pujol. Doña Marta aixòesunadona Ferrusola no soportaba que el presidente de la Gene -su Gene- se llamara «José». Y Junior, el mayor, también abusaba de los dependientes hispanohablantes. Lo explicó su exnovia Victoria Álvarez:

«Oye, ¿tú no hablas catalán o qué?», le soltó a bocajarro a un camarero boliviano de restaurante Negro-Rojo en la Diagonal. «No», aclaró asustado su interlocutor. «¿Y cuánto tiempo llevas en mi país, en Cataluña?», enfatizó, dando una vuelta de tuerca más a su impertinencia. «Dos años», masculló el empleado. «¿Y no vas a ir a clase para aprender la lengua de esta tierra?», insistió, encontrándose con un nuevo «no». «¡Lo que tienes que hacer es volverte ya a tu puto país de mierda, aquí no pueden venir ni estar los que no aprenden catalán. Vete ya a tu puto país de mierda!», vociferó, fuera de sí, Jordi Pujol Ferrusola.

Això és el nacionalisme: odi, prepotència, abusar del dèbil…i poc més.

No esperen que Àngel Colom, responsable de inmigración en CiU, o Eduardo Reyes, presidente de Súmate entre àgape y àgape, critiquen el ethos de los Pujol. Son sus criaturas.

Dolça, maleducada i abusona Catalunya…

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