Vea cómo «la voluntat d’un poble» acaba en extremismo

Los inventos ideológicos del nacionalismo acaban mal.

kedourie

En Dolça Catalunya insistimos en la raíz desequilibrada del nacionalismo. Los ideólogos del Règim creen que «la voluntat d’un poble» legitima inapelablemente laindependència. Elie Kedourie, historiador de la London School of Economics, explica por qué este torcido principio desemboca en extremismo:

«El nacionalismo es una doctrina inventada en Europa al comienzo del siglo XIX. Pretende suministrar un criterio para determinar la unidad de población adecuada para disponer de un gobierno exclusivamente propio. En la Revolución Francesa (…) como afirmaba la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: ‘El principio de soberanía reside esencialmente en la nación; ninguna corporación, ni individuo puede ejercer autoridad que no emane de ella expresamente‘. He aquí un prerrequisito sin el cual no puede concebirse una doctrina como el nacionalismo. (…)

[Según esta doctrina] Cualquier conjunto de personas asociadas entre sí y que establecen un plan para su propio gobierno forman una nación (…) Supongamos que un número de personas que viven bajo un determinado gobierno deciden no querer continuar bajo él; puesto que la soberanía les pertenece pueden ahora formar un nuevo gobierno y constituir así una nación propia. (…) Lo que hizo el nuevo principio fue introducir un nuevo estilo político para el cual la expresión de la voluntad anulaba  tratados y pactos, disolvía la lealtad y, mediante simple declaración, convertía en legítimo cualquier acto. Por su propia naturaleza, el nuevo estilo llevaba a posiciones extremas. (…)

Los designios de una facción asumieron la pureza de los principios, el arreglo era traición, y se hizo común un tono de intransigencia exasperada entre rivales. (…) ‘Hay algo terrible, dijo Saint-Just, en el amor sagrado a la patria: es tan exclusivo como sacrificar todo al interés público, sin piedad, sin temor, sin respeto por la humanidad (…) Lo que produce el bien general es siempre terrible'» (Elie Kedourie: Nacionalismo, pp.1-8).

Es decir: los derechos del hombre según el nacionalismo consisten en que «la nació» manda en todo, por encima de cualquier otra autoridad familiar, paterna, laboral, asociativa, universitaria o religiosa. «La nació» es cualquier grupo de personas que decida que lo es mediante un acto de su voluntad. Este acto pasa por encima de cualquier ley, incluso de los principios de humanidad. O sea: los derechos humanos nacionalistas acaban prescindiendo del hombre. Y claro, aquí siguen todos los extremismos que hemos sufrido en los siglos XIX y XX.

Así, el nacionalismo resulta ser lo contrario del tradicional seny catalán: abierto, comunitario, asociativo, con una rica sociedad civil de palpitante iniciativa, desconfiado  del poder político, humanitario, diverso, pactista e integrador.

Dolça i arrauxada Catalunya…

bastoncillo



Categories: Huid del nacionalismo, Pensando bien

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13 comentarios

  1. És molt trist que uns quants que es defineixen com a nacionalistes i per tant bons catalans siguin incapaços de llegir alguna cosa sobre el nacionalisme. No és el mateix ser Català que nacionalista, Els catalans els de veritat no neguem a ningú la seva identitat, però aquests mal anomenats catalans sé la neguen als seus propis conciutadans. Encara que passegin pels quatre vents la seva ridiculesa, els quatre vents saben que hi ha altres catalans.

  2. Y con Tadeu…que me lo había dejado! 😉

  3. Estoy de acuerdo con Víctor!!!

  4. CATALANISMO ES ODIO, ES PENSAMIENTO ALDEANO, RANCIO, RETROGRADO, REACCIONARIO, ANTIDEMOCRÁTICO, REVANCHISTA, CHANTAJISTA, VICTIMISTA, CORRUPTO, CACIQUIL IGNORANTE, CAVERNÍCOLA, PERO SOBRE TODO ES FASCISMO

  5. Me parece que excepto víctor nadie tiene ni pajolera idea de lo que supuso la revolución francesa. Decir que fue un movimiebto nacionalista es de g*** y si para eso tengo queincluir al profesor de arriba lo haré sin miramientos

    • Caray, cuánta arrogancia decir que ese profesor de historia «no tiene ni pajolera idea de lo que supuso la revolución francesa». ¿Y tú sí? ¿También a ti te han vendido lo de libertad igualdad fraternidad? Debes saber que todos los historiadores admiten que los principios de la revolución francesa, combinados con el romanticismo alemán, alumbraron el nacionalismo.

      A lo mejor esto te rompe esquemas, pero es lo que hay. Sapere aude!
      Por cierto tadeu riberet, nos volvemos a encontrar en el desencuentro 😉
      H

    • Gracias, Tadeu. Respecto al «no nacionalista» Sr. Hortensio, parece ser que los principios de libertad, igualdad y fraternidad le resultan deleznables porque, para él, » todos los historiadores admiten que los principios de la revolución francesa, combinados con el romanticismo alemán, alumbraron el nacionalismo».

      A veces, -y creo no equivocarme- tengo la impresión de que bajo la etiqueta «no nacionalista» se quieren cobijar algunos individuos de escasas convicciones democráticas, que, en realidad, profesan un concepto de nación tan metafísico y retrógrado como el de los nacionalistas a los que dicen oponerse, al igual que se permiten llamar arrogantes a otros por el simple hecho de opinar, cuando ellos mismos están ejerciendo el sano ejercicio de opinar.

      «Los designios de una facción asumieron la pureza de los principios, el arreglo era traición, y se hizo común un tono de intransigencia exasperada entre rivales. (…) ‘Hay algo terrible, dijo Saint-Just, en el amor sagrado a la patria: es tan exclusivo como sacrificar todo al interés público, sin piedad, sin temor, sin respeto por la humanidad (…) Lo que produce el bien general es siempre terrible’” (Elie Kedourie: Nacionalismo, pp.1-8),», se dice en un párrafo del artículo objeto de crítica. Pues bien, el problema es la «pureza»- El creerse en posesión de la verdad absoluta. Y eso puede ocurrir hasta con el «no nacionalismo»y con cualquier pensamiento que tenga el objetivo de convertirse en ideología.

      El problema, por tanto, reside en que toda ideología, por su propia naturaleza, tiende al acriticismo y, por ende, en la propia naturaleza humana en su tendencia a buscar la «seguridad» y a rechazar todo aquel pensamiento que le pueda generar duda e inseguridad.

      El concepto de «soberanía nacional» -como he expresado anteriormente- es un concepto que surge del interés de la burguesía en un momento histórico determinado frente a los resquicios feudales presentes en el estado aboslutista francés. Ello dará lugar a la unificación definitiva de Francia como nación en lo que respecta a unidad de mercado y lengua.

      Es verdad que en ese primer momento del advenimiento de la burguesía como clase dominante impone el concepto de «soberanía nacional» como una entidad abstracta y única, vinculada normalmente a un espacio físico y se define como superior a los individuos que la componen. Pero, frente a este concepto, surgirá el concepto «soberanía popular» como una entidad vinculada al pueblo que está por encima del Estado y, posteriormente, al individuo como sujeto de derechos y obligaciones. La degeneración del concepto de dicho es el populismo que proclama el derecho de las supuestas «mayorías» a pasar por encima de las supuestas «minorías», algo que desgraciadamente está sucediendo actualmente en Cataluña bajo el manto nacionalista-soberanista, mediante el desprecio institucional a todo aquel que no se sienta exclusivamente catalán.

      El Espíritu del pueblo (Volksgeist) es un concepto propio del nacionalismo romántico alemán, que consiste en atribuir a cada nación unos rasgos comunes e inmutables a lo largo de la historia, por oposición al anterior, habida cuenta que, lógicamente, la aristocracia alemana no quiere correr la misma suerte que la francesa, y al mismo tiempo, es consciente del auge de la burguesía, por tanto, «si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar».

      De ahí a pretender una supuesta fusión entre las ideas de la Revolución Francesa, que posteriormente adornarán el movimiento liberal, y el nacionalismo alemán, media un abismo. Evidentemente, no me voy a expresar en los términos del Sr. Tardeu, probablemente, fruto de su afán bienintencionado por defender una postura que compartimos.

      Toda idea, evidentemente, puede tener puntos de intersección con otra, es más puede ser la reelaboración de otra idea v,gr.: nazismo (nacional-socialismo) vs marxismo (socialismo), incluso fusionarse, pero no es el caso que pretende el Sr. Hortensio, puesto que el nacionalismo alemán es, esencialmente, fruto de una reacción y, es esencialmente reaccionario, fruto del pacto entre la burguesía y aristocracia alemanas.

      Algo parecido sucederá en España, dado que las burguesías más desarrolladas del País Vasco y Cataluña, apoyarán la causa carlista, claramente reaccionaria y antiliberal, en su afán de defender un estado de cosas favorable a sus intereses, no siendo este el momento para su desarrollo teórico, aunque ello no obsta a apuntar de que se estaban sentando las bases del

      Los que nos definimos verdaderamente como «no nacionalistas», definimos más bien nuestra humilde pretensión sincera de intentar no caer en maximalismos, conscientes de nuestras limitaciones como seres mortales y, evidentemente, defendemos los principios de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD, como guía de nuestra acción, con independencia del mal uso que se haya podido hacer de dichos principios. Toda idea, por buena que sea, es susceptible de ser tergiversada y utilizada con fines perversos, sino, para muestra, la tergiversación y manipulación que hace el nacionalismo catalán del término DEMOCRACIA.

      Al igual que los nacionalistas, el Sr. Hortensio prefiere seguir acriticamente lo que otros dicen: «debes saber que todos los historiadores admiten que los principios de la revolución francesa, combinados con el romanticismo alemán, alumbraron el nacionalismo» ¿Todos?

      Todos profesamos alguna ideología, incluso inconscientemente; incluso, a veces, en abierta contradicción con la que expresamos públicamente, y buen ejemplo de ello son los corruptos de cualquier especie.

    • Víctor, no hacen falta tantos párrafos para explicar su posición: le gusta la revolución francesa, profesa el liberalismo y es usted un adorador de la democracia.

      La revolución francesa fue un baño de sangre, que entre la guillotina, el TError, el genocidio de la Vendée y la invasión cesarista de Europa inició el sangriento siglo XIX que culminó en 2 guerras mundiales con millones de muertos. Dostoyevski lo vio bien: «liberté, égalité, fraternité… ou la mort».

      El nacionalismo surge de la revolución francesa, el idealismo alemán (Fichte) y la reacción romántica. La academia así lo dice. El resto de ideologías del siglo XIX (socialismo, anarquismo, liberalismo…) también se inician al pie de la guillotina.

      Por lo demás la democracia es sólo un procedimiento y divinizarla es un sorprendente paganismo.

      A sus pies.
      H.

    • Víctor, ¿Que las burguesías más desarrolladas del País Vasco y Cataluña dieron su apoyo la causa carlista? Caray, pues es la primera noticia que tengo al respecto.

  6. El Nacionalismo es culpable de crear todas las guerras de la historia. Basta abrir los libros de historia, para percatarse de esa realidad.

    Esa enfermedad pustulosa llamada Nacionalismo.

  7. Sí, en nombre de la nación ese mismo Luis Antonio de Saint Just fue llamado por su ferocidad y su falta de compasión «l´Ange de la Mort». Hasta que le dieron una cucharada de su propia medicina: Cuando sus partidarios le vieron en la carreta con destino a la guillotina -viaje que tantas veces había hecho hacer a tantos inocentes- enmudecieron para siempre. El Terror había terminado.

    Ahora la pregunta del millón: ¿Quién sabe lo que quiere la nación? ¿Cómo sabemos que lo que «quiere la nación» lo sigue «queriendo»?

    ¿No será más bien que hay gente que se arroga a sí mismo el derecho a hablar en «nombre de la nación» o en nombre del «Pueblo Soberano»?

    Parece mentira que sigamos cayendo en estas trampas: llevamos casi 3 siglos con la misma historia.

    La realidad nos dice que no existe más «Nación» o «Pueblo» que el número 3, o la palabra «amor»
    Es decir, los conceptos abstractos no existen en la naturaleza o en el mundo real. Estando tan cargados de
    emoción como están y -por su propia abstracción- cada uno ve en ellos lo que quiere ver, hace que sean muy peligrosos, y que tarde o temprano los manipuladores y los demagogos nos van a intentar dominar con ellos.

    La historia nos dice lo que pasó en la Francia de la Revolución y en la Alemania Nazi, y como acabó todo.

    El institnto de supervivencia nos dice que necesitamos sentido común, lógica formal, conocimiento de la historia y un contrapeso: Dios.

  8. Discrepo. Que puedan existir elementos posteriormente aprovechados por el nacionalismo, no debe llevarnos a la conclusión de que la Revolución Francesa fuera esencialmente una revolución «nacionalista». La Revolución Francesa es una revolución liberal, que le da la puntilla definitiva al «viejo régimen» absolutista que conserva trazos del régimen feudal y apuesta por la unidad de mercado y arrumba definitivamente con aduanas, privilegios y fronteras interiores, que conservaba la aristocracia. La Revolución Francesa significa la consolidación del Estado-Nación por encima de los particularismos que dificultan el progreso del pueblo.
    El concepto de «soberanía nacional» es un concepto que en Derecho Constitucional evoluciona en la medida que evoluciona el concepto de Democracia. Si bien la «democracia» mediante sufragio censitario fue un gran avance en un momento histórico, ésta era la democracia de de la burguesía constituida como clase nacional, y favorecedora de sus intereses de clase, al exigir el estar en posesión de unas determinadas rentas para poder acceder al sufragio activo y pasivo.
    Con las luchas sociales, el concepto de «soberanía nacional» evolucionó a la «soberanía popular. De la fusión de ambos constiuye un claro ejemplo nuestra Constitución cuando claramente expresa que «la soberanía nacional reside en el pueblo español».
    El afán de buscar la «pureza» de un ideario, en este caso el «antinacionalismo» puede tener efectos perversos y llevarnos a interpretaciones de la Historia «en sentido contrario» que adolezcan de los mismos defectos que las interesadas interpretaciones nacionalistas.
    De algún modo, todos somos «nacionalistas» aunque nos autocalifiquemos de «no nacionalistas», y reconocerlo abiertamente, de que es imposible obtener un concepto «puro» de «no nacionalismo» en tanto en cuanto, la «Humanidad» no se constituya en un «solo pueblo» (aquí también podríamos topar con otro efecto perverso, como es la pretensión de ciertas religiones con vocación de implantación «universal» como el Islam).
    Los términos en que se expresa el ideario de la Revolución Francesa es la consecuencia lógica del auge de dos corrientes políticas en Europa: la conservadora, historicista, romántica y metafísica, que habla del «espíritu del pueblo» y de la que deriva el nacionalismo; y la empírica, liberal y burguesa que se abre paso contra el «Ancien Régime» .
    Que duda cabe que en un momento dado el concepto de «nación» es utilizado por esa burguesía ascendente, pero en un sentido diferente al metafísico y conservador (característica del nacionalismo catalanista) propio del nacionalismo.
    El dejarnos de purezas y reconocer abiertamente nuestras limitaciones para obtener la cuadratura del círculo es la mejor arma para combatir el dogmatismo nacionalista. La construcción de una NACIÓN más amplia, más grande es la lucha por el progreso y la democracia. Precisamente es ahí donde se ha dado de bruces el liberalismo español, por la oposición de las burguesías «no liberales» periféricas prestas a a poyar el «fuerismo», «carlismo» y, posteriormente, el nacionalismo.
    Hoy en día, el liberalismo (no el neo) apuesta por el Estado de Bienestar, la economía de mercado y la desaparición de las fronteras interiores y una nación más grande, frente a la aldea nacionalista.

    • La Revolución Francesa trajo la guillotina y la guerra a toda Europa, en nombre de sus cacareados principios Europa se bañó en sangre con el Terror.

      Víctor, eso de que «todos somos nacionalistas» lo dirá usted, yo agradezco a Dolça que nos recuerde que no es así, que se puede vivir sin ser nacionalista. Por otro lado, si ud profesa el liberalismo entiendo que le guste la Revolución Francesa. Yo no profeso ninguna ideología y por eso no me gusta.

      H.

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