El nacionalismo mutila los nombres de calles «políticamente incorrectas».
¿Está la calle del «Duc» dedicada a una palabra latina? ¿Es el «Ferran» de la calle Fernando el quiosquero de la esquina?¿El pasaje del «Bisbe» rinde homenaje al sabroso embutido de Vic? ¿El «pla del Palau» recuerda algún palacio de deportes?
El nacionalismo es aburrido, previsible, monocolor. Cuando la Historia no se ajusta a nuestra ideología, pues cambiamos la Historia y mantenemos nuestra ideología. Ni siquiera las calles se salvan. Si quien abrió la calle suena a noble o español (ayer Conde del Asalto), pues buscamos otro nombre más «popular» (hoy Nou de Rambla) y tan tranquilos.
Si no podemos cambiar el nombre de la calle porque se nos vería el plumero, pues metemos las tijeras y tal dia farà un any. Así el Duque de la Victoria (don Baldomero Espartero) es ahora el «Duc», Fernando VII es hoy el campechano «Ferran», el pasaje del Obispo Irurita (fusilado en el 36 y cuyos restos reposan hoy en la Catedral) es el del gastronómico «Bisbe» y la plaza donde se erigia el palacio Real es simplemente el «pla del Palau». Y ni una indicación -ni en letra pequeña- en la placa correspondiente, no sea que al ciudadano curioso le dé por preguntar y nos ponga en un aprieto.
Si mai es dedica un carrer a l´alcalde Trias Vidal de Llobatera o al president Mas Gavarró suposem que faran el mateix: carrer «Trias» i carrer «Mas». I qui l´encerti que l´endevini.
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