Ni lo uno ni lo otro. Mejor amar con normalidad las cosas de los padres.
El nacionalismo, la ideología que desordena el amor a la patria, hace daño. Y algunos caen en las brasas huyendo del fuego. Porque hacerse cosmopolita es también ser prisionero de la ideología. Algo tan artificial y antinatural como el nacionalismo.
Parece que Jaume Plensa, escultor barcelonés y Premio Velázquez 2013, practica el cosmopolitismo: «En Barcelona, en mi país, es donde más extranjero me siento. Y está bien así. Es bueno sentirse extranjero. Es el mejor estado para escapar en cualquier momento. Yo no tengo un sentido de adscripción a nada. Y el arte es una herramienta extraordinaria para poner a prueba todo eso (…) No creo en el nacionalismo mental. La extranjería a la que me refiero es un estado de ánimo que te mantiene alerta, en vigilia… Los seres humanos tenemos más cosas en común de las que nos diferencian. La sangre es muy roja en todos los hombres».
Pues no es bueno sentirse extranjero en la propia tierra. No es bueno flotar sin raíces. Lo que es bueno es sentirse agradecido a lo que hemos recibido gratuitamente. Amar las cosas de los padres, el árbol de nuestra niñez, la casa que nos vio nacer. Amar a la patria es honrar a padre y madre. Con normalidad, sin deformaciones ideológicas.
No nos hagamos cosmopolitas por huir del nacionalismo. Catalanes y españoles. Es lo normal.
Categories: Arte dulce, Huid del nacionalismo, Pensando bien
Deja una respuesta